¿CAMBIOS; qué cambios? ¿Sandalias por zapatos?; ¿subsidio por inversión?
Víctor F. Sánchez Villagra*
En un país que se jacta de tener las dos más grandes hidroeléctricas del mundo, hoy nos dicen: “Si en tu casa tienes cinco focos, enciende dos, apaga tres; si tienes dos aparatos de aire acondicionado, enciende uno apaga el otro”.
En un país de muchos pobres, donde la única forma de salir de la situación es a través de inversiones, hoy nos dicen que la cuestión eléctrica se resolverá en cuatro años! Mientras, a alquilar transformadores! Y por cientos de millones de dólares! Es este el cambio que nos prometieron? Vela por electricidad; sandalia por zapato; sotana por aventurero; haraganería por trabajo; subsidio por inversión, agrónomo por economista; masón por católico, abogado por agrónomo, soplón por pyrague; delincuente por policía; fuerzas desarmadas por Fuerzas Armadas, VAYA CAMBIO! Para ocupar los más altos cargos en las binacionales, principales generadores de recursos del Estado, se cambia pelado por barbudo, mujer por varón, sin exigirse conocimiento, experiencia.
Genuflexiones y contorsiones del cuerpo valen más que muchos años de estudio, de decencia, honradez y probidad.
Se repite la historia de hace 95 años, cuando en Ginebra, Eligio Ayala decía: “Los que ocupan puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para todo y pierden la conciencia de la propia ineptitud. La pasión dominante es la de llegar a esos puestos y conservarlos, y para eso en vez de estudiar, de prepararse y dignificarse, se adule, se intrigue o se implore servilmente. Por esta razón la mayor parte de los que ejercen los elevados cargos políticos son los arribistas petulantes. Así se ha llenado el Parlamento y los ministerios de aprendices, que se instruyen en almanaques del año pasado y destrozan la actividad económica nacional con sus caóticos y torpes ensayos legislativos”.
Necesitamos masificar la inteligencia, primero que nada para hacernos productores más potentes. Y eso es casi una cuestión de supervivencia. Aquí en el Paraguay podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas. En una masiva enseñanza donde se enseñe a la gente a no tirar basura en la calle. En no contaminar los arroyos y los ríos, en donde las personas mayores sean respetadas, en donde los funcionarios públicos trabajen para ganar dignamente, donde los expedientes en las instituciones públicas se firmen en el día, que el Indert deje de ser inmobiliaria para convertirse en una institución que a los agricultores dé clases de manejo racional de la tierra, convierta a los núcleos en cooperativas, donde no haya más niños mendigando por las calles, que desaparezca el ejército de supuestos limpiadores de vidrio y se los lleve en un instituto de enseñanza para convertirlos en jardineros, zapateros, electricistas, sastres, peluqueros, técnicos en computación, albañiles, plomeros.
Llevemos adelante el principio bíblico de no dar pescado a un niño, enseñémosle a pescar. Que los médicos, odontólogos, oftalmólogos, aparte de sus labores profesionales normales, cumplan también un rol social y solidario, de atender a la gente sin recursos. Que sea por un año, y al siguiente ya exista un pelotón de profesionales paraguayos para continuar con la tarea. Que desaparezca la objeción de conciencia y los jóvenes secundarios y universitarios en edad de cumplir el servicio militar obligatorio se conviertan en el ejército alfabetizador de adultos en toda la República.
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