Román Caballero
romanacaballero@gmail.com
Peor que desoír a la opinión pública es seguir sus indicaciones al pie de la letra -más aún si dicha opinión procede de residentes en el exterior- pudo haber sido el pensamiento que hubiera primado en el senado paraguayo en caso de haber tratado en su reunión plenaria la candidatura de Gabriel Enciso como Embajador en Argentina.
Y, seguramente, hubieran dado como respuesta una sentencia de Séneca: «tienes menos de lo que esperabas, pero quizá has esperado más de lo que debías».
Nuevamente, el Senado actuó como lo que es: una corporación cerrada y autosuficiente que, mediante el envío de señales negativas a los nombramientos, ha logrado que el Poder Ejecutivo diera marcha atrás, retirando el pedido de acuerdo de Enciso donde también cayeron en la volteada los nominados para Uruguay, Venezuela y Brasil.
En el “caso argentino” ha prevalecido una vez más la teoría de la demonización por el cual los residentes paraguayos en Argentina son, para los que ejercen el poder en nuestra patria, meros arribeños, forasteros, cuya única utilidad radica en proveer efectivo (plata) para el sustento de sus familiares del Paraguay, pero que tienen la osadía de pretender cargos reservados para su coto de caza. O sea, apetecer la chica más linda del pueblo y querer apropiarse de ella. Y bien se sabe que eso en nuestro país es algo inadmisible –e inaccesible- para los “jaguá extranjero”.
Una vez más, la comunidad paraguaya organizada en Argentina, que posee valores que pueden ocupar puestos relevantes en el gobierno de nuestro país, ha sido discriminada y desairada y la única manera de revertir la situación a largo plazo es que haya una reforma o enmienda constitucional que contemple su derecho a elegir y ser elegido en su lugar de residencia.
Y para eso, debemos enarbolar como única bandera de lucha la modificación del artículo 120 de nuestra Constitución Nacional que prohíbe a los “paraguayos de afuera” el derecho al voto, para lo cual es perentorio que todas las organizaciones paraguayas converjan en una sola postura.
Mientras eso no se logre, jamás tendremos un peso específico en las decisiones que hacen a la política paraguaya. Y solo seguiremos derramando lágrimas ante el rechazo sistemático de nuestras propuestas.
Lágrimas que bien podría denominarse “arribeño resay”.
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Román: por si no lo sepa, lo que usted llama comunidad paraguaya en la Argentina es una bolsa de gatos y cualquier idea de unidad es una utopía.