Jesuita catalán referente de los guaraníes en Bolivia
Santi Carneri
El jesuita catalán Francisco Pifarré ha sido testigo de los sufrimientos y logros de la nación guaraní de Bolivia desde su llegada a este país en 1967, donde se ha convertido en un referente de resistencia para los indígenas con los que convive, así como para académicos y activistas de todo el mundo.
A sus 70 años, el religioso, que ha dedicado la mayor parte de su vida a realizar programas educativos y pedagógicos con las comunidades campesinas e indígenas, habla sin tapujos, carga contra petroleras y grandes terratenientes con la misma intensidad con la que alaba la rebeldía histórica del pueblo guaraní.
Lo pudieron comprobar los doce viajeros que integran «Chaco Ra’anga», un proyecto científico y artístico que recorre los cuatro países del Gran Chaco (Argentina, Bolivia y Paraguay) desde el 1 de mayo para divulgar la desconocida región a través de la ciencia, el arte y la comunicación social.
«En la década de 1970 el campesinado y los indígenas eran marginados, convertidos en servidumbre y abocados a la dependencia, pero han despertado», dijo el jesuita.
Pifarré, autor de varios libros sobre los pueblos originarios de Bolivia, sostiene que para alcanzar la organización política de hoy, los guaraníes debieron recuperar la rebeldía con la que enfrentaron a los colonizadores españoles.
«Liberarse del patrón, organizarse, recuperar las tierras que les pertenecían y producir por sí mismos. Una experiencia dura y costosa que les valió persecuciones y acusaciones infundadas pero que ha tenido resultados interesantes», recuerda.
Según Pifarré, el pueblo guaraní viene de 400 años de lucha y hasta mediados del siglo XIX estuvo resistiendo y perdiendo todas las partidas.
«Las derrotas y el desgaste marcó su inicio del siglo XX con una tremenda reducción demográfica. Los guaraníes, cansados, se plegaron al poder de los patrones. Como peones, esclavos, un campesinado sometido y siervo, que de haber sido un indígena rebelde pasó a ser humilde, pasivo y avergonzado de sí mismo», recalcó.
En 1960, expulsados de sus tierras por empresas petroleras, ganaderos y terratenientes, los guaraníes de Bolivia tenían dos opciones, recuperarse o desaparecer, dice el jesuita.
«Poco a poco despertaron y después, con una velocidad notable, se organizaron en cooperativas de trabajo para autoabastecerse. Crearon una fuerza política y social importante. Ahora están en las instituciones públicas, son diputados y senadores. Algo muy nuevo en el país», añade.
Un proceso que, según el religioso, se ha consolidado gracias a la nueva Constitución boliviana, que declara el Estado como «plurinacional» para integrar así a todas las etnias nativas que lo componen.
«Convierte (la Constitución) al campesinado en ciudadanos con las mismas garantías y derechos que el resto, así como gracias a una ley contra la discriminación», que el religioso considera ejemplar para el resto de países de la región.
Pero Pifarré asegura que esta institucionalización oculta algunas trampas.
«Ahora algunos dirigentes se desarraigan con facilidad de su origen y de los grupos de base. Hay una relación cortada, una separación que a nivel gubernamental y desde el oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) se está fomentando».
«Al absorber a la dirigencia se vive una doble situación. Por un lado sectores muy vinculados al Gobierno y otros que se quedan más distantes, recibiendo solo apoyos asistenciales que en realidad no ayudan a la gente», aseveró.
El proyecto Chaco Ra’anga está realizado en el marco de ACERCA: Programa de capacitación para el desarrollo en el sector cultural, financiado por la Cooperación Española y en colaboración con la Red de Centros culturales y la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas (FIIAPP). sct/jm/es
es-us.noticiasyahoo.com.ar / (EFE)
La historia vuelve a repetirse, al comienzo de la colonisación paraguaya vinieron de España tres hermanos (que fueron mis ancestros) uno de ellos era medico, el otro profesor de educación y el ultimo un sacerdote Jesuita, Comenzaron a alfabetizar, a curar, y el Padre Jesuita se dedicó a trabajar con los nativos que los patrones los tenian de esclavos, casi sin ropa, mal comidos y maltratados, el les enseñó sembrar, hacer ladrillos, a contruir, y por sus cosechas les pagaba el 70% y los otros 30% queda para la institución, los nativos se pusieron contentos, por primera vez recibieron un sueldo y se le trataba como persona, se construyó lo que ahora es la Ruina de San Ignacio de Loyola. Cuando los terratenientes vieron que estaban perdiendo a sus esclavos y a sus hijos educados en una manera más humana, les mandó cerrar la institución y lo deportó al Padre Jesuita. Los otros hermanos se quedaron continuando cada cual en sus obras. Ellos fueron los hermanos Ortellado.