El narcotráfico en América Latina: la situación en villas argentinas

Por Norberto Emmerich* y Joanna Rubio**

 En la Villa 31 se dice el problema de las drogas “lo trajeron los peruanos”. A pesar del léxico xenófobo, lo cierto es que la droga llegó a la Villa 31 de mano de traficantes peruanos. Esta llegada formó parte de una guerra por el control del territorio que surcó toda la Ciudad de Buenos Aires y pasó inadvertida para la población, que estaba preocupada por la “inseguridad”.

Villa 31
Villa 31

Mientras el robo callejero ocupaba el centro de las preocupaciones ciudadanas, el crimen organizado pasó inadvertido.

La autopista Illía marca el fin de la 31 y el comienzo de la 31 bis, que creció de golpe promediando la década del 90. Es la mitad más populosa y postergada, propicia para que los pequeños traficantes ocupen un lugar poco vigilado por la policía, casi sin controles en la entrada y la salida, alejado de los puestos de Gendarmería de la Terminal de buses. Se divide en los barrios Ferroviario, Cristo Obrero, Playón Este y Playón Oeste, más conocido como el Barrio Chino. Es la plaza fuerte de venta de cocaína, paco y marihuana. Allí se ubica una zona liberada por la Comisaría 46. Y allí, hace unos años, comenzó a crecer el pequeño imperio de los dealers peruanos que llegaron del Bajo Flores.

El crimen organizado llegó a la Villa 31 en el año 2005, derivado de la guerra por el control territorial en la Villa 1-11-14. Sus líderes eran Ruti (Alionzo Rutilo Ramos Mariños) y su hermano Meteoro (Esidio Teobaldo Ramos Mariños), dos ex miembros de Sendero Luminoso que junto a Marcos (Marco Antonio Estrada González) controlaban el negocio de la droga en la Villa 1-11-14, de donde fueron expulsados por la lucha faccional.

El asesinato de Meteoro en abril de 2006 fue el hito inaugural de las muertes enmarcadas en la guerra por el control territorial en la Villa 31 bis. Apenas un mes antes había sido detenido su hermano Ruti, que se entregó a las autoridades cuando era buscado por ser responsable de la masacre del Bajo Flores mientras el tercer socio, Marcos, se fugó a Perú. Aún sin los cabecillas, la guerra continuó.

Luego hubo otras muertes del crimen organizado: a fines de marzo de 2008 un peruano fue encontrado muerto junto a un galpón de la manzana 3. Su cadáver estaba boca arriba, con un tiro en la cabeza y dos en el pecho.

El domingo 1° de noviembre de 2009 hubo un fuerte tiroteo entre dos grupos antagónicos frente a la casa 47 de la mañana 99 de la Villa 31. Allí cayó muerto un joven de 23 años. Las primeras sospechas de la policía apuntaron a una guerra entre bandas dedicadas al comercio ilegal de drogas como disparador del violento incidente. En los años 2010 y 2011 el “Loco” César sembró de muerte la Villa 31.

El cartel porteño

El 29 de octubre de 2005 ocurrió en la Villa 1-11-14 la llamada “Masacre del Señor de los Milagros”. Miles de personas participaban de una procesión religiosa y quedaron en medio de un tiroteo entre dos grupos que disputaban el poder por la venta de drogas en la zona. Un grupo de tiradores mató en aquella ocasión a cuatro personas y al bebé Nahuel Sanabria. Uno de los culpables fue Ruti, que en el año 2008 fue sentenciado a 18 años de prisión por el asesinato de una persona y las heridas infligidas a otra. Fue absuelto por falta de pruebas en los otros cuatro homicidios porque los testigos, totalmente amenazados, no se animaron a declarar. Ruti fue desalojado del negocio de las drogas en la Villa 1-11-14 por Marco Estrada González y tuvo que mudarse junto a su hermano Meteoro a la Villa 31 bis de Retiro. Desde allí montó la fallida operación que intentó recuperar el control sobre el negocio de las drogas en la Villa 1-11-14 en la Masacre del Señor de los Milagros.

Año 1997: los comienzos del narcotráfico porteño

Todo comenzó en 1997, cuando Marco, Ruti y Meteoro llegan a la Argentina y desbancan al viejo líder narco de la Villa 1-11-14, Julio Chamorro Revollar, asesinado el 12 de febrero de 1999 en un triple homicidio cometido en una cancha de tierra en el interior de la Villa. Allí descansaban diez hombres tras un partido agotador cuando apareció un puñado de sicarios para acribillarlos. Los ex senderistas ampliaron el negocio de Chamorro Revollar trayendo droga de Perú mediante el sistema de “mulas” y usaron dos agencias de remises como modo de distribuir la droga.

Los tres socios controlaron el negocio hasta que fueron detenidos en el año 2001, acusados de integrar una asociación ilícita dedicada a la venta de drogas.

Pero mientras Meteoro y Marco salieron de la cárcel en 2004, Ruti continuó detenido. Marco aprovechó para expulsar a sus socios y apoderarse del control del negocio. Meteoro debió emigrar a la Villa 31, donde continuó con las actividades delictivas y dio origen al narcotráfico en la villa de Retiro.

Al año siguiente Ruti quedó en libertad y junto con su hermano, en la Villa 31, organizaron los ajustes de cuenta. Comenzaron a aparecer cadáveres eviscerados con rastros de droga, presuntamente de mulas que traían cocaína desde Perú y Bolivia. El máximo exponente de esta guerra entre los narcotraficantes peruanos del Bajo Flores y los de la Villa 31 fue la “Masacre del Señor de los Milagros”. Allí murieron cinco personas y 8 quedaron heridas, bajo el fuego de los soldados de Ruti, que buscaba acabar con la vida y el dominio de Marcos, su ex socio.

La guerra del narcotráfico en la ciudad de Buenos Aires se desarrolló durante 10 años, desde 1997 hasta el año 2007, y tuvo como epicentro a la villa 1-11-14. Allí fue donde los narcos peruanos empezaron a enfrentarse entre ellos para luego llevar la disputa a siete barrios de la Capital Federal, entre ellos la Villa 31 de Retiro.

La guerra se extendió por toda la ciudad. Hubo homicidios en Boedo, Retiro, Pompeya, Palermo, Once y Villa Urquiza que costaron más de 20 vidas.

Marcos está detenido desde 2007. Para el juez Sergio Torres seguía manejando el negocio de los estupefacientes desde la cárcel. Fue apresado en Paraguay, donde se había escapado de la justicia argentina.

La guerra de drogas en la Ciudad de Buenos Aires, como toda guerra predatoria, no era más que una “forma” de llevar adelante el negocio, porque toda guerra siempre significa ocupar territorio. Desde febrero de 2009 hasta abril de 2010 (dos años) el Juzgado Federal N° 12 a cargo de Sergio Torres y la División Operaciones Metropolitanas de la Policía Federal realizaron 135 allanamientos en Ciudad Oculta, en la Villa Zabaleta, en la 31 y en la 31 Bis de Retiro y en el barrio de emergencia Presidente Perón en Saavedra. Se iniciaron 65 causas judiciales vinculadas al narcotráfico, en las que se secuestraron 5 millones de dosis de paco, 2.800.000 dosis de marihuana, se incautaron 31 armas de fuego, 500 proyectiles y dos chalecos antibalas. Fueron detenidas 107 personas, de las que 50 estaban por ser sometidas a juicio. El cartel de Marcos fue desbaratado pero siguió operando, evidenciando la fortaleza cuasi estatal de los controles territoriales del narcotráfico.

La guerra de los diez años que nadie vio

Meteoro fue asesinado en la villa 31 el 6 de abril de 2006. 20 años antes, en 1986, había sido detenido en Perú acusado por haber efectuado atentados como miembro de Sendero Luminoso contra bancos, oficinas públicas y fábricas.

La historia de Ruti y Marcos se extendió por más de siete años y está documentada en al menos 15 expedientes donde se mezclan armas de alto poder, grandes cantidades de dinero, policías con renuencia a investigar y hasta un sistema de beneficencia alternativo que proveyó de legitimación y silencio al cartel peruano.

Las primeras referencias judiciales sobre ellos figuran en la causa 16011/99 de la jueza Silva Ramond, donde se investiga la primera masacre de esta historia, ocurrida en una canchita de la villa. Entre los muertos estaba el peruano Julio Chamorro Revollar, sospechado de ser el jefe narco de la villa. Distintos testimonios acusaron por la matanza a Ruti, Meteoro y Marcos, contra quien la jueza Ramond llegó a librar una captura. Pero nada se probó porque los testigos se retractaron. El trío peruano se hizo dueño de todo el negocio en la Villa 1-11-14.

Pero las declaraciones recogidas en el juicio, que hablaban de una pelea por 40 kilos de cocaína, permitieron que se abriera una segunda causa por narcotráfico.

Es así que en agosto de 2001 Marcos, Ruti y Meteoro cayeron presos. Se declararon inocentes diciendo que vendían ropa en La Salada, donde se sospechaba que blanqueaban el dinero. En julio de 2004, el Tribunal Oral Federal N° 2 los condenó a 3 años y dos meses. Pero a Ruti le agregaron ocho meses más de condena al unificar este caso con uno anterior. Esta diferencia fue decisiva.

Aún con los tres en la cárcel, el negocio de la droga siguió intacto y la violencia también. El 4 de mayo de 2004, un grupo armado disparó 17 veces contra el frente de la remisería Milagros, dentro de la villa, para obligarla a llevar droga para Marcos.

Para quedarse con el control total Marcos había diseñado un clásico sistema de beneficencia. “Si alguien en la villa necesita un medicamento, él lo compra. Si los chicos quieren ir a la escuela, paga el transporte. Si es el día del niño, organiza un festejo”, contaron. Por eso, cuando salieron de Devoto, Ruti se tuvo que establecer con Meteoro en otra villa, la 31 Bis de Retiro.

La increíble historia del Loco César

El Loco César es un traficante peruano llegado al país en el año 2005. Estuvo en la Villa 1-11-14, tal vez en la Villa 20 de Lugano y luego tuvo su centro de operaciones en el Barrio Chino de la Villa 31 bis. A la Villa 31 llegó a mediados del año 2010 y al contrario del cartel de los ex senderistas, los peruanos de César siempre estuvieron enfrentados con los paraguayos. Y aunque el cartel de Marcos fue desbaratado en la Villa 1-1-14, en la Villa 31 el negocio lo continuó el “Loco” César.

Además del asesinato de Julio César Roncal Cocachi cometido en julio de 2011, la justicia le imputa al Loco César otros cuatro asesinatos: el de Kenny Marks Mejía León, el 17 de noviembre de 2008; los de Jean Paul Espinoza Limean y Johnny Goycochea Villalobos, el 4 de enero de 2011 y el de Kevin Antonio Beltrán Goycochea, el 27 de abril, quien era sobrino de Johnny y amigo de Roncal Cocachi. Hay que agregarle el intento de asesinato de Christian, un paraguayo que lo acompañaba.

Estos chicos que el “loco” César iba matando estaban en una lista de Facebook, donde les advertían que estaban condenados a muerte. En el muro decía “Coco, estás en la lista”. El resto se fue del barrio.

El 2 de marzo de 2012 el Loco César fue detenido por una Brigada de homicidios de la Policía Federal en una casa alquilada de La Reja, en la provincia de Buenos Aires. Lo atraparon porque en el certificado de nacimiento de su hijo en el hospital Fernández escribió su dirección real.

El modus operandi del Loco César fue muy creativo e implicó la intromisión mafiosa en los procesos sociales. Así sucedió el 15 de diciembre de 2010 cuando se produjo la toma de los terrenos de los viejos galpones del Ferrocarril San Martín, que reconfiguró nuevamente la fisonomía del barrio. Unos días antes esa peculiar forma de intromisión de lo ilegal en lo legal tuvo un alto grado de espectacularidad en la toma del Parque Indoamericano.

Muchos habitantes de otros barrios se mudaron a ese sector de la Villa por los altos alquileres que estaban pagando y algunos “transas” lo hicieron por la cercanía a la Terminal de Ómnibus y el acceso a una salida rápida y estratégica. Finalmente otros vieron en ese caos una oportunidad para la especulación inmobiliaria, ya que tomaban parcelas y después las vendían. Por lo tanto hubo desalojos forzosos. Por las noches, los sicarios del crimen organizado volvían armados y desalojaban a compradores u ocupantes. Se vendían terrenos a 5 mil o 10 mil pesos, pero después por las noches, aparecían encapuchados con armas a sacar a los más indefensos. Hubo resistencia y muertos. Para la Red de Investigadores Judiciales de Latinoamérica esa era la forma en que operaba el Loco César, basada en afirmaciones de la policía y algunos entrevistados.

* Investigador Prometeo – IAEN, Quito, Ecuador

** Departamento de Estudios Políticos y Gobierno, Universidad de Guadalajara

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