El objetivo de añadir valor al gas de Bolivia ha sido uno de los desafíos de Morales desde que llegó al poder en 2006 cuando nacionalizó el sector petrolero y, como una estrategia del Gobierno, se hace exclusivamente con fondos públicos y sin socios privados.
La planta, que es una de las más grandes de su tipo en Suramérica, está situada en la frontera con Argentina y ha sido construida por la empresa española Técnicas Reunidas contratada por el Estado boliviano, que invirtió 688 millones de dólares en la obra.
Se trata de uno de los proyectos del sector más importante de Bolivia por el nivel de la inversión y porque permitirá consolidar su presencia en nichos de mercado para el GLP en Perú, Paraguay, Uruguay y también en Argentina y Brasil, países que además son grandes consumidores de gas natural boliviano. Gran Chaco puede procesar hasta 32,2 millones de metros cúbicos diarios de gas natural, producir 3.140 toneladas métricas diarias (TMD) de etano, 2.240 TMD de Gas Licuado de Petróleo (GLP), 1.040 barriles diarios de isopentano y 1.650 barriles diarios de gasolina.
Pero también porque la planta producirá significativos volúmenes de etano y propano, colocando a Bolivia, un país con poca experiencia en la industrialización, en la perspectiva a mediano plazo de producir plásticos blandos y duros.
Gran Chaco separará los líquidos o compuestos ricos del gas que se exporta al mercado de Argentina, en volúmenes de alrededor de 17 millones de metros cúbicos diarios, pero con tendencia creciente.
El presidente Evo Morales destacó en un acto ante militares que la petroquímica le permitirá al país tener más ingresos que los conseguidos solo por la venta del gas natural con “la gran ventaja de que genera muchas fuentes de trabajo”.
Sin embargo, el sueño de la petroquímica para producir los plásticos necesitará todavía un tiempo y millonarias inversiones para concretarse con la construcción de las respectivas plantas.
Es previsible que en las siguientes semanas Morales apruebe los términos de una licitación para la construcción de una planta productora de propileno y polipropileno con una inversión de 1.800 millones de dólares, que debería operar desde el 2020.
Después se licitará otra planta para la producción de etileno y polietileno, que demandará una inversión, también estatal, de 2.600 millones de dólares y que debería funcionar entre el 2022 y el 2023, según dijo esta semana el vicepresidente Álvaro García Linera.
Esto supone darle valor agregado al gas de Bolivia, pero también la producción de una materia prima que permitirá la creación de nuevas empresas en el país para producir derivados de plásticos.
Si el camino de la transformación del gas en plásticos tardará al menos un quinquenio, el próximo año podría verse un primer fruto de la petroquímica en Bolivia con la puesta en marcha de una planta que producirá urea y amoniaco como fertilizantes.
El Gobierno espera que la japonesa Samsung entregue en el 2016 la instalación que construye en la zona de Bulo Bulo (centro) con una inversión de 844 millones de dólares, que es el mayor capital destinado por el Estado boliviano para la industrialización del gas.
Infolatam Efe
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