“…cuando un encadenamiento de desgracias y adversidades haga sucumbir a otros, tal vez el Paraguay aun llegue a ser el último asilo de la libertad fugitiva”
Por Rafael Luis Franco
El 12 de octubre de 1811 Asunción y Buenos Aires firmaron un tratado de amistad, comercio y límites; los enviados plenipotenciarios de la Junta porteña, que lo firmaron, fueron nada menos que don Manuel Belgrano y don Vicente Anastasio de Echevarría. Un tratado por el cual Buenos Aires reconocía nuestra Independencia y soberanía de decisiones con respecto a ella; y este reconocimiento de la Junta que se da a conocer a través de los enviados fue la respuesta a la famosa Nota del 20 de julio de 1811, en la que claramente luego de la multitudinaria Asamblea, los habitantes de Asunción se declaraban independientes de Buenos Aires, en una relación de Confederación (que no es lo mismo que federal). Por esos tiempos se hablaba de hermandad y de unión.
Así quedaron las cosas, pero no duraron mucho, hasta que pocos meses después una goleta paraguaya fue apresada y saqueada en Santa Fe, razón por la cual el gobierno paraguayo luego de un tiempo y de no obtener respuesta a reclamaciones anteriores envió una dura carta a la Junta de Buenos Aires, fechada a fines de diciembre de 1812. Y en la misma van a ver que en ese año nuestro gobierno decidió armar buques con cañones para defender nuestro comercio de la piratería.
En ella también se entrevé la política que siempre desarrolló la capital porteña, se podría decir zigzagueante, de marchas y contramarchas, de reconocimientos y desconocimientos, era normal que lo que escribiera con la mano lo borrara con el codo; todo producto de luchas intestinas, de la anarquía reinante, de los intereses de verdaderas mafias, o logias, que estaban enquistadas ya de tiempos coloniales en el puerto de Buenos Aires; fuerzas que dominaban el contrabando y la piratería, a la que muy bien se prestaba por entonces la ciudad de Montevideo.
La ciudad porteña siempre tuvo la pretensión de ser la sucesora de España en el Río de la Plata, de ser la nueva Cabeza del Virreinato y por tanto someter todo el interior a la nueva metrópoli; fue así que esta ciudad y su puerto por mucho tiempo fueron factor de conflicto, y sus luchas internas para apoderarse de esta riqueza que controlaba todos los productos que llegaban a él (único lugar de salida) no permitieron la consolidación de la gran nación que debió ser desde sus comienzos; o sea que la miseria, ambición y poca visión de unos pocos destruyeron su destino de grandeza al entregarla a diversas manos; porque si antes fueron los españoles, luego pasaron a ser los piratas ingleses disfrazados de comerciantes y más adelante el imperio esclavista brasileño; es una política que se ha mantenido por siglos y tiene sus resabios en la actualidad; una política que llevó, décadas después, la guerra a un país hermano y amigo (el Paraguay) y solo sirvió para destruir un modelo de civilización y progreso auténticamente americano.
Baste esta simple comparación de un mismo período entre los gobiernos que se sucedieron en la Asunción y en Buenos Aires, desde mayo de 1810 hasta 1870, 1811 en nuestro caso:
Buenos Aires: 1. Junta Patria. 2. Junta Grande. 3. Primer Triunvirato. 4. Segundo Triunvirato. Luego vinieron los Directores: 5. Posadas, 6. Alvear. 7. Rondeau, 8. Alvarez Thomas, 9. González Balcarce, 10. Pueyrredón, 11. Rondeau; todo esto en un período de 10 años. Luego, en un solo año, 1820, se sucedieron 12. Sarratea, 13. Ramos Mejía, 14. Soler, 15. el Cabildo, 16. Dorrego, 17. Rodríguez, que estuvo hasta 1824. Siguieron: 18. Las Heras, 19. Rivadavia, 20. Vicente López, 21. Dorrego, 22. Lavalle, 23. Viamonte, 24. Rozas, 25. Balcarce, 26. Viamonte, 27. Maza, 28. Rozas, el período más largo; 29. Urquiza, 30. Derqui, 31 Mitre, y 32. Sarmiento, 1868-1874.
Asunción: 1. Junta presidida por Yegros, 2. luego Francia y Yegros, 3. Solo Francia como Dictador, 5. Carlos Antonio López y Roque Alonso, 6. Carlos A. López, y 7. Francisco Solano López, asesinado en 1870. En total seis gobiernos y cinco hombres, contra treinta y dos gobiernos de los vecinos.
Bien, aquí van los documentos, transcriptos de la Colección Doroteo Bareiro, t. I, versión digital, pág. 188 y siguientes. Primero todo lo referente al reconocimiento de nuestra independencia en 1811, luego la nota de protesta de diciembre de 1812.
Expresa un documento de septiembre de 1811: “Ha sido el objeto del mayor interés, y de la expectación pública el éxito de nuestra unión, y de nuestras negociaciones políticas con la Ciudad de Buenos Aires. El resultado ha sido tan feliz, y tan honroso para una y otra Provincia, que sería difícil decidir a cuál de los dos corresponde la mayor gloria”.
Más adelante continúa: “La Junta de Buenos Aires, ese ilustrado Tribunal domicilio de la prudencia, habiendo sido instruido de las determinaciones de nuestra Provincia, nos ha contestado en unos términos, que justificarán su conducta en los presentes y futuros tiempos. Después de aplaudir nuestra generosa resolución en el recobro y restauración de nuestra libertad (…) De aquí mismo concluye, que aunque deseaba eficazmente que esta Ciudad de la Asunción fuese a tomar parte en el gobierno provisorio, pero que no obstante si era voluntad de la Provincia el gobernarse por sí misma y con independencia de la Junta Provisional de Buenos Aires, no se opondría a ello con tal que estuviésemos unidos (…) La contestación que ha dado la Junta de Buenos Aires en orden a las deliberaciones de esta Provincia después de su feliz Revolución y de la cual fue V.S. enterado oportunamente, ha fijado de un modo inequívoco la relación que debemos observar con aquella Junta, que reconociendo nuestra independencia civil respecto de ella, protesta además, que nada ha estado más distante de sus intenciones como la ambición de dominar los demás Pueblos (…) Con este motivo los señores enviados Don Manuel Belgrano y Don Vicente Anastacio de Echevarría han vuelto a solicitar su tránsito a esta Ciudad, el cual se les ha permitido francamente como es justo [Asunción 18-9-1811]”.
Los enviados habían solicitado el permiso correspondiente para cruzar la frontera desde Corrientes: “La Contestación que VSS nos citan y ha dado a esta Junta la Exma. de Buenos Aires corresponde a su carácter de justicia y moderación en el reconocimiento de nuestra independencia. Pueden VSS proseguir desde luego su marcha a esta Ciudad, como a un Pueblo hermano y aliado para la común Causa, a cuyo fin damos las órdenes necesarias al Comandante de la Villa del Pilar, y al de Urbanos Don Roque Antonio Fleytas para que pasen a encontrar a VSS en la costa del Paraná y aun a Corrientes, si las circunstancias dan lugar. (…) Habiendo la Junta de Buenos Aires reconocido la independencia de esta Provincia, es consiguiente observar y cultivar con aquella Ciudad la buena armonía y correspondencia que es debida entre Pueblos hermanos y aliados para el progreso de la Causa común y felicidad general. Con el fin de hacer las proposiciones convenientes a estos interesantes objetos vienen enviados de aquella misma Junta los señores Don Manuel Belgrano y Don Vicente Anastacio de Echevarría. Y como desde Corrientes donde se hallan, han pasado oficio de aviso, solicitando que en este concepto no se les ponga embarazo, a fin de pasar a hacer vocalmente sus comunicaciones a esta Junta se les ha contestado, franqueándoles el tránsito.”
Luego, el Tratado de 12-10-1811 expresa: “Los infrascriptos Presidente y Vocales de la Junta de esta Ciudad de la Asunción del Paraguay, y los Representantes de la Exma. Junta establecida en Buenos Aires y asociada de Diputados del Río de la Plata, habiendo sido enviados con plenos poderes con el objeto de acordar las providencias convenienes a la unión y común felicidad de ambas Provincias y demás confederadas, y a consolidar el sistema de nuestra regeneración política, teniendo al mismo tiempo presente las comunicaciones hechas por parte de esta dicha Provincia del Paraguay en 20 de julio último a la citada Exma. Junta y las ideas benéficas y liberales que animan a esta conducida siempre de sus constantes principios de justicia, de equidad y de igualdad manifestados en su contestación Oficial de 28 de Agosto siguiente, hemos convenido y concordado después de una detenida reflexión en los Artículos siguientes: (…) Cuarto: …debiendo en lo demás quedar también por ahora los límites de esta Provincia del Paraguay en la forma en que actualmente se hallan, encargándose consiguientemente su Gobierno de custodiar el Departamento de Candelaria. Quinto: Por consecuencia de la independencia en que queda esta Provincia del Paraguay de la de Buenos Aires conforme a lo convenido en la citada contestación oficial de 28 de agosto último, tampoco la mencionada Exma. Junta pondrá reparo en el cumplimiento y ejecución de las demás deliberaciones tomadas por esta del Paraguay en Junta General conforme a las Declaraciones del presente Tratado. … Firmamos esta Acta por duplicado con los respectivos Secretarios, para que cada parte conserve la suya a los fines consiguientes. Fecha en esta dicha Ciudad de la Asunción del Paraguay a doce de octubre de mil ochocientos once. Fulgencio Yegros, Doctor José Gaspar de Francia, Pedro Juan Cavallero, Fernando de la Mora, vocal secretario, Don Vicente Anastacio de Echevarría, Don Manuel Belgrano. Pedro Feliciano de Cávia Secretario.”
Un año después el romance se había terminado, y esta es la nota que presentaba el Gobierno del Paraguay a la Junta de Buenos Aires el 27-12-1812, que por entonces gobernaba el llamado Segundo Triunvirato.
“Según toda apariencia durará no poco tiempo la guerra con Montevideo, con ese Pueblo obstinado, que parece, que rehusa todo acomodamiento. Los efectos perniciosos de su conducta trascienden a esta Provincia, que aunque precisada por sus circunstancias a ser espectadores, sufre no obstante perjuicios de consecuencia sin duda porque la separación de su liga se mira como un pecado imperdonable. Es bien notorio cuando a causa de su continuo corso y piratería se intercepta, enerva y destruye nuestro tráfico y también el de Buenos Aires. Estas consideraciones han inducido a este Gobierno a tomar la resolución de equipar a cualquier costa una flota de cinco a seis buques armados entre grandes y pequeños con el fin de proteger la navegación y el comercio, y a su efecto se están tomando las más activas y conducentes providencias. Entre los auxilios necesarios para sus expensas contábamos seguramente con los Caudales de la Goleta tomada en Santa Fe, pero a pesar de nuestras reiteradas reclamaciones vemos siempre frustradas nuestras esperanzas. En tan justa solicitud hasta aquí no hemos adelantado un paso, ni más que nuevas lentitudes, trámites y formalidades, según manifiesta la última contestación de V.E. del 19 del pp.do. Nunca podíamos imaginar, que mereciese tan poca, o más bien ninguna consideración el Gobierno de un Pueblo aliado, cuya Revolución redundó en tanto beneficio de Buenos Aires, pero no es esta la vez primera, que se rompen los lazos de nuestra unión, ni el primer golpe con que se conmueven los cimientos de nuestra armonía. No es nuestro ánimo hacer ahora una recapitulación de agravios. En el curso de nuestras contestaciones oficiales los hemos indicado sucesivamente, aunque no con toda la energía de que eran capaces. Buenos Aires no debe olvidar que a la generosa y favorable Revolución del Paraguay debe las ventajas consiguientes a su separación de la confederación enemiga, el desconcierto de una triple alianza que podía haberle sido funesta y reducidolo a otros conflictos, la restitución de la Ciudad de Corrientes, la posesión de toda la Banda Oriental, el libre tránsito de sus Tropas que en otras circunstancias es más verosímil que no lo hubiese obtenido, y por último el restablecimiento del comercio con el Paraguay, y lo que importa e influye en el sistema y aspecto general de los negocios políticos la declaración de esta Provincia por la sagrada causa de la libertad de América. Pero pasó el tiempo en que la primera impresión de estos beneficios había exaltado los ánimos, y una serie de procedimientos disconformes por la violación de los Tratados, por el tratamiento indecoroso y ultrajante de nuestros Comisionados y enviados por el desprecio de nuestras justas quejas dejadas aun sin contestación por la retardación y entorpecimiento de la restitución de los caudales de esta Provincia, y finalmente por la odiosa distinción con que se reagravan los impuestos sobre los frutos y productos de esta misma Provincia con respecto a otras, hace ver que el Paraguay no puede prometerse de Buenos Aires una justa reciprocidad. Ahora son ya odiados los Paraguayos, se les llena de improperios, de excecraciones, se pasa hasta a las amenazas y el Govierno mismo de Buenos Aires bajo la apariencia de un exterior pacífico obra con una especie de hostil persecusión. Era esta la correspondencia que debían ellos esperar de sus Amigos y aliados de Buenos Aires. Con todo este contraste capaz de poner a prueba la constancia más calificada el Paraguay se mantiene y se conserva inalterable en sostener la causa santa de la libertad e independencia de los Pueblos Americanos, y cuando un encadenamiento de desgracias y adversidades haga sucumbir a otros, tal vez el Paraguay aun llegue a ser el último asilo de la libertad fugitiva, pero al mismo tiempo es necesario que Buenos Aires reforme y modere sus procedimientos ofensivos a tan fiel Aliado, para que las cosas se reduzcan al orden de su antiguo tono. Aun es tiempo de remediarlo todo y evitar que el acaloramiento y la discordia heche más profundas raíces, y haga heridas más penetrantes, cuyas resultas no pueden dejar de ser fatales para uno y otro Pueblo. Es muy digno de la prudencia y sabiduría de V.E. hechar la vista y dirigir su atención sobre este objeto (…) Nada más fácil, nada más santo y justo que indemnizar a esta Provincia con la pronta restitución de sus caudales públicos y moderar el excesivo recargo a sus frutos que la tienen escandalizada. Este es el modo de reafirmar nuestra confederación, restablecer la amistad, hechar nuevos nudos a los lazos de nuestra feliz alianza y coadyuvar los esfuerzos generosos del Paraguay a sostener por su parte la causa común. (…) Desheche V.E. cualquier recelo, que debe ser vano e infundado. No se deje sorprender ni de V.E. fácil acceso a la calumnia y a especies populares y frívolas inventadas y divulgadas por genios turbulentos y mal avenidos, o por los rivales de la causa de América, que ponen en movimiento todos los resortes de su perversa política a efecto de dividir y desunir los Pueblos para que al fin vengan a ser víctimas de su ambición desmesurada y de su cólera impotente. Acaso por estas partes no han tratado igualmente de calumniar y hacer sospechosos a los mismos Gobernantes de Buenos Aires figurando los inconstantes y por prevaricación dispuestos a comprometer y entregar la libertad de los Pueblos a fin de inducir al desaliento y a la desconfianza. Este es el Maquiavelismo puesto en acción, y V.E. sabe muy bien, que nuestros feroces e irreconciliables Enemigos cuentan sus artificios en el número de sus recursos. Persuádase firmemente V.E. que el Paraguay sostiene y sostendrá con dignidad hasta lo último el empeño y parte que ha tomado en la causa general. A esto se dirigen nuestros connatos y por lo mismo prevenimos a V.E. por cuanto importa al bien de una y otra Provincia esta pequeña fuerza naval que disponemos. Ella se ha de componer por ahora de un Buque de regular porte, que llevará doce cañones; dos Cañoneras cada una con su pieza de grueso calibre, dos o tres falúas o Botes ligeros, uno y otro con su respectivo cañón. Para estos Buques tenemos artillería suficiente, pero esta fuerza aun es poco considerable. A fin de hacerla más respetable tenemos destinado otro Buque mayor … de quince cañones de los calibres de ocho y seis. Estas piezas son las que nos faltan. Buenos Aires tiene abundante repuesto de Artillería, y además allí se hallan los siete Cañones y diez fusiles con varias municiones perteneciente todo a esta Provincia, y que habiendo ido en la Lancha de Don Rafael Ruiz, conductor de prisioneros a Montevideo, a su vuelta se detuvo, recogió y quedó en Buenos Aires. Hacemos a V.E. la más encarecida instancia y amigable requerimiento a efecto de que se nos faciliten dichos quince cañones con sus correspondientes dotaciones de balas y pólvora, pues tanto al Paraguay como a Buenos Aires importa franquear la navegación y poner algún intervalo a la Piratería. (…) V.E. tendrá aun en su poder los caudales públicos de esta Provincia. De ellos puede separarse a su justo arbitrio el importe del armamento solicitado y sus municiones, así como el de los remitidos antecedentemente con Don Pascual Centurión. Suponemos que al presente estarán mandados restituir estos caudales en su justicia según V.E. nos lo ha prometido. De otra suerte crea V.E. que esta será ya la última instancia, pues no es razón que este Gobierno esté continuamente haciendo el humillante papel de importuno suplicante, sufriendo siempre el desaire de no conseguir nada. En conclusión esperamos que así en este particular como sobre los demás artículos insinuados ahora y en nuestra última anterior memoria del mes pasado, tendrá V.E. la bondad de darnos una contestación categórica que manifestando su última resolución nos sirva de gobierno para fijar la que también nos corresponda. Dios guarde a V.E. muchos años. Asunción y diciembre 27 de 1812. Fulgencio Yegros, Dr. José Gaspar de Francia, Pedro Juan Cavallero, Mariano Larios Galván, secretario. A la Exma. Junta de Gobierno de Buenos Aires.”
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