Muerte del Mcal. López, la otra versión

Hacia el fin de 1869, López debió haberse dado cuenta de que  ya no podía mantener esperanza alguna, puesto que sus hombres mermaban día a día

Tanto puede ser que por entonces se formara el propósito de morir o que tuviera la idea de escaparse a Bolivia.

macl. López, retrato de un dictadorEl 14 de febrero de 1870 emergió en Cerro Corá, un espacio abierto en las colinas boscosas, de las últimas estribaciones de la Cordillera de Amambay, situada en el extremo noreste del Paraguay y próxima a la frontera brasileña.

En esa plaza de toros natural, donde el destino había marcado que López tenía que caer definitivamente, estableció ese día el campamento con las pocas fuerzas que le quedaban, inferiores a un millar de hombres.

Sus escasas fuerzas no estaban en condiciones de oponer resistencia alguna a las tropas brasileñas que en cantidad aplastante, las perseguían de cerca y se cerraban rápidamente sobre ellas.

En estas circunstancias, López ejecutó una de las cosas más extrañas de todo el curso de su vida pública: el 24 de febrero, una semana antes de su muerte, hizo los preparativos necesarios para instituir una medalla otorgada por la campaña de Amambay.

En toda la vida militar del mundo no existe otro caso de una condecoración instituida en circunstancias tan extrañas. Se trazaron los cuños, se eligió una faja y se dispusieron los oficiales tal como si se hubiera encontrado en su propia palacio de Asunción.

Tales fueron los actos oficiales que cumplió antes de morir.

En las primeras horas del 1° de marzo de 1870, la caballería brasileña irrumpió en el campamento. López, avisado de ello, pidió su bayo favorito  y, habiendo acondicionado a madama Lynch y sus hijos en el viejo carruaje que había resistido el trayecto a través de sierras y valles desde Asunción, salió para tratar de huir.

Casi había llegado López a la margen del pequeño río cuando las tropas brasileñas lo alcanzaron, después que su caballo se había empantanado en una ciénaga. Intimado a rendirse, disparó un tiro con el revólver, hiriendo a un soldado brasileño.

Entonces un cabo de caballería, llamado Lacerda y apodado “Chico Diatro”, lo hirió en el estómago de un lanzazo.

En un esfuerzo supremo, consiguió cruzar la corriente y la intimación hecha por el general brasileño que entonces había llegado, respondió con otro disparo de revólver.  En medio de la confusión subsiguiente, recibió la herida de muerte.

Revolviéndose en un último estertor, alcanzó a decir: “Muero con mi Patria”, y cayó muerto entre el barro.

Su madre, que sabía que la muerte del hijo salvaba la suya, al saberlo rompió en amargo llanto. Las hermanas le reconvinieron diciendo: “No se aflija madre, éste no era ni un hijo ni un hermano, sino un monstruo”.

Robert. Cunninghame Graham, político y escritor escocés en su libro “Retrato de un Dictador»