Si hubiera un ranking de los próceres del Paraguay más conocidos y “famosos” sobre los que más datos existen, se compondría de Gaspar Rodríguez de Francia, Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero.
En otro escalón algo más secundario, estarían Vicente Ignacio Iturbe, Mauricio José Troche, Fernando de la Mora y Mariano Antonio Molas, Francisco Javier Bogarín, entre muchos otros que la pátina del tiempo los ha opacado.
Y ni hablar de Juana María de Lara, factótum y “coordinadora” de la gesta libertadora paraguaya.
Pero para refrescar la memoria de nuestros hombres ilustres, hoy nos referiremos Mariano Antonio Molas quien tenía 9 años cuando se inició la Revolución Francesa, movimiento que influyó en su espíritu merced a la lectura de los libros clandestinos surgidos de dicho acontecimiento rebelde.
Nació en Asunción el de septiembre de 1780. Fue alumno del Colegio Seminario de San Carlos y, como hombre de derecho, frecuentó el estudio de abogado del Dr. Juan José Castelli, eminente jurisconsulto rioplatense
Enamorado de las ideas de la reforma, consideró una injusticia la postergación que sufrían los criollos en la vida pública y una necesidad de cambiar ese estado de cosas en el régimen de gobierno de los países americanos. Fue el tribuno del movimiento emancipador.
Pero no fue un hombre de acción sino de ideas. descolló como vocero de nuestra emancipación. Fue el primero en proyectar declaraciones, en proponer nomas jurídicas para la organización del país. Sus proposiciones han sido las de un doctrinario: fue uno de los propiciadores de la denominación “República del Paraguay”.
Supo ver que la revolución fracasaría en manos débiles y en esa convicción fue el proponente de la Dictadura temporal de Rodríguez de Francia. pero se opuso a que se perpetúe. Como no tuvo eco, una vez implantada la Dictadura perpetua se retiró a la vida privada donde ejerció su profesión de abogado.
Molas fue un estoico. Calló, pero no se sometió. Mas el despotismo tiene la particularidad de perseguir las sombras después de aplastar los peligros. El Dictador no lo molestó hasta 1828, en que aprovechó un incidente tribunalicio y lo apresó.
La Dictadura, que no vaciló en eliminar a Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero, se detuvo ante aquel vocero del Derecho. Se redujo a tenerle en prisión, con libre comunicación.
El lugar de su muerte tiene distintas versiones: algunos aseguran que fue en Asunción; otros, en Caapucú y, finalmente, que falleció, confinado en Pilar por Carlos Antonio López, en 1844. Sin embargo, hay quienes afirman que fue liberado en 1840 a la muerte de Francia.
/Fuente principal: libro Mancebos de la Tierra, Justo Pastor Benítez, editado en Buenos Aires –gracias a Alfredo Jaegli- el 15 de Mayo de 1961 (Sesquicentenario dela Independencia del Paraguay) – Otras fuentes: librosdehistoriaparaguay.blogspot.com/ casa de la independencia.org.py/.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/
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