Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)
Protesta ante la Confederación Argentina de F. S. López.
Más abajo transcribo el escrito del entonces brigadier general Francisco Solano López al gobierno argentino por el atropello sufrido en el puerto de Buenos Aires, para que vean cómo se manejaban los ingleses por aquellos tiempos (1859), con total impunidad, violando las leyes de la diplomacia y estados soberanos.
Porque a la luz de este histórico atropello y a pesar de que el gobierno inglés no tuvo una participación directa en la Guerra de la Triple Alianza, no es extraño de suponer que agentes secretos, y no tanto como Gould y Thornton (diplomáticos ingleses que trabajaron abiertamente en contra del Paraguay durante el conflicto de la Guerra Grande), de su gobierno hayan apoyado el conflicto; una forma de este apoyo sin dudas fue permitir que la banca inglesa Rothschild financiara abiertamente al imperio brasileño y por ende al gobierno argentino y oriental
La masonería se creó en Inglaterra en el siglo XVIII, el año pasado festejaron sus tres siglos, y los que destruyeron el Paraguay eran masones, y así como 2+2 es igual a 4, la suma de masones ingleses + masones argentinos, brasileños y uruguayos, con la aprobación implícita del gobierno inglés, también da un resultado, que en este caso fue la destrucción de un país soberano que era modelo de paz, de progreso y de autosustentabilidad en América, que no requería de préstamos de la banca internacional; y esta es, a mi entender, la verdadera razón de la destrucción del Paraguay: someterlo al poder de la banca mundial; tal como pasa en la actualidad, prácticamente no existe una Nación que no esté endeudada hasta el cuello, si conocen alguna me avisan.
Ahora transcribo el escrito:
«COMUNICACIÓN DE UN INCIDENTE OCURRIDO EN EL TERRITORIO FLUVIAL DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA».
Paraná, diciembre 18 de 1859.
Señor Ministro,
Tengo el honor de dirigirme á V.E. con el interés de comunicarle, para que se sirva elevar al conocimiento del Excmo. Sr. Presidente, un incidente altamente desagradable, que ha tenido lugar dentro del territorio fluvial de la Confederación Argentina y que á la vez ha ofendido al pabellón argentino y al paraguayo
En el día 29 del próximo pasado había dispuesto regresar á mi patria, porque había concluido ya la misión de paz con que mi gobierno me favoreció.
Antes de mi salida de este puerto ó embarcarme, concurrieron a mi casa muchos individuos respetables del comercio extranjero y me significaron el pesar que tenían de verme embarcar, pues que sabían que los buques de guerra de la marina británica estacionados en la rada de Buenos Aires iban á asaltar al Tacuarí, á apresarlo y a apresarme a mí con toda mi comitiva.
Esta noticia se me había dado en los días anteriores con repetición; pero nunca pude persuadirme de que los buques de la marina de una nación tan ilustrada como la Inglaterra procediesen hostilmente contra el Paraguay, sin una precedente declaración de guerra del gobierno de S.M.B. (Su Majestad Británica)
No hallaba yo en todo cuanto se me decía fundamentos bastantes que me indujesen á creer que el gobierno de S.M.B. autorizase una hostilidad en un territorio neutral, en un estado de paz y cuando iba a bordo del vapor Tacuarí un agente diplomático, que acaba de tener la fortuna de conseguir con su mediación una paz que la Inglaterra misma se había interesado en conseguir en unión con la Francia, enviando ad hoc sus ministros mediadores en nombre de ambas potencias.
Á pesar de que esta era mi creencia, tuve que declinar de ella en el día 29, en que me iba a embarcar, porque eran tan respetables las personas que me daban los avisos y tantos los datos que me ofrecían, que al fin me resigné a creer lo que se me decía.
Pero esa convicción no alteró mi resolución de hacer mi viaje; y antes bien me decidió á realizarlo, porque solo así podría descubrirse la verdad de las cosas y no dejarla envuelta en las dudas, que naturalmente se suscitarían si por suspender yo mi viaje, dejasen los buques de guerra británicos su meditada operación hostil contra el vapor paraguayo.
Resuelto a salir, y a esperar el resultado de lo que se me aseguraba, me embarqué en el vapor Tacuarí.
Desde que este vapor comenzó á calentar sus calderas, ya comenzaron también á calentar las suyas la cañonera Grappler y el vapor Buzzard con los otros buques británicos de guerra.
Veía yo empezar á realizarse el anuncio que se me había hecho por tantas personas respetables, pero no me animaba á atribuir al gobierno de S.M.B. el abuso á que se disponían sus fuerzas navales, con violación de todos los principios reconocidos y respetados por las ilaciones cultas.
Al zarpar pues el vapor Tacuarí, se movió ya la cañonera, y empezó también sus movimientos el vapor Buzzard. El Tacuarí salió tomando intencional mente la dirección del canal del Paraná de las Palmas, para ver si allí se le seguían.
La cañonera le siguió en ese rumbo; entonces el Tacuarí cambió de dirección, y tomó el canal exterior, y al ver esto, la cañonera cambió también, y se dirigió hacia el Tacuarí y al mismo tiempo el vapor Buzzard.
Estos movimientos no me dejaban ya duda de que algo se intentaba contra el Tacuarí, pero sin querer resignarme á creer aun que la marina de una nación tan poderosa como ilustrada procediese de aquella manera contra un buque de la República Paraguaya sin precedente declaración de guerra de su gobierno; el Tacuarí echó una lancha al agua para pedir explicaciones al comandante del Buzzard sobre aquel extraño proceder que le interceptaba el paso en un territorio neutral.
Mas al echar la lancha al agua hizo la cañonera un disparo de cañón, con cuyo motivo, al no quedar ya duda de que era verdad el asalto que tanto se me había anunciado contra el pabellón paraguayo, el Tacuarí regresó a balisas interiores, y volvió a dar fondo.
Los buques británicos al ver que el Tacuarí volvía á su fondeadero anterior, trataron de perseguirlo, y lo persiguieron por unos minutos hasta que llegó á su fondeadero primitivo.
Todos estos actos, Sr. Ministro, eran dentro de las dos radas, es decir, en el espacio que hay entre la interior y exterior, que es un territorio fluvial de la Confederación Argentina, de que forma ya parte la provincia de Buenos Aires.
El comandante del Tacuarí, en presencia de este hecho inaudito é inmotivado, y sin que hubiese precedido ni declaración de guerra, y ni aun el menor aviso, cuando los agresores veían y sabían que iba un agente diplomático á bordo, se decidió á pasar una nota al Sr. comandante del Buzzard como jefe de los buques allí estacionados, y cuya copia tengo el honor de poner en manos de V.E. bajo Nº 1.
Mientras esto hacia el comandante del Tacuarí, yo me dirigí al gobierno de Buenos Aires, cuya autoridad consideraba tan vejada con aquel ultraje, como lo era la del Paraguay, porque la agresión había sido en el territorio fluvial de la Confederación.
El Sr. comandante del Buzzard tuvo unos cuantos días la nota del comandante del vapor Tacuarí; y para no dejar duda de la actitud hostil que había asumido contra el pabellón de la República del Paraguay, metió dentro de una nueva cubierta la misma nota original, y se la devolvió al comandante del Tacuarí, sin contestarle ni aun por cortesía la más mínima palabra. V.E. calificará pues este acto como él es.
Este nuevo procedimiento del comandante del Buzzard me apercibió aun más de que el Tacuarí no podía moverse de la rada interior sin prepararse á un combate completamente desigual, en las aguas del río de Buenos Aires, ó á ser apresado en esas mismas aguas, en el mismo territorio de un pueblo que momentos antes había ido acompañándome hasta el muelle, y dándome testimonios á la vez altamente apreciables, por los esfuerzos con que tuve la fortuna de propender á la paz, que como he dicho antes la misma Inglaterra la procuraba con su mediación y la deseaba para su comercio.
En consecuencia juzgué que aun cuando por el pacto del 10 de noviembre debería Buenos Aires considerarse como provincia, debía yo no obstante dirigirme á su gobierno, como autoridad local, exponiéndole el hecho, que todo el pueblo había presenciado, y reclamarle el cumplimiento de los deberes que impone la neutralidad á los gobiernos, porque en verdad la autoridad que gobierna en los puertos en que las fuerzas navales han sido recibidas, aun siendo beligerantes, tiene el deber de tomar todas la medidas necesarias para prevenir todo ataque á los derechos de neutralidad.
Y tan exacto es ese principio, tan reconocido en todo el mundo civilizado, que es universalmente sancionado el impedir la salida simultánea de buques pertenecientes á potencias enemigas unas de otras.
Y si esto sucede respecto á fuerzas navales beligerantes, con mayor razón debe observarse en circunstancias tan especiales como las que aquí han ocurrido: que no hay guerra declarada entre la Gran Bretaña y el Paraguay, que ambas fuerzas navales no han entrado como beligerantes, que ambas se hallaban y hallan en el territorio fluvial de una nación que está en paz y de una nación que acaba de lograr la paz por los esfuerzos de la nación dueña del buque perseguido: y que si se encontraban su ministro y su buque en ese territorio fluvial invadido, ha sido porque vinieron con el mismo objeto que la Inglaterra, es decir, á mediar para que la paz se hiciera en la Confederación Argentina.
Entretanto, Sr. Ministro, cuando los buques británicos y paraguayo se encuentran en el territorio de la Confederación, no como beligerantes, sino como conductores de los respectivos ministros, que han venido á trabajar por la paz de estos pueblos, cuando la paz se ha logrado para esos mismos pueblos, y cuando en esa paz ha sido el Paraguay quien ha tenido la fortuna de contribuir á lograrla, hoy se ve la anomalía de que el pacificador no puede salir del territorio fluvial del país pacificado, porque los buques de S.M.B. le impiden la salida del río
.La República del Paraguay, que tiene en aquel puerto uno de sus buques de guerra solo lo tiene porque, sensible a las desgracias de una guerra fratricida, ha querido emplear sus buenos oficios para que esa guerra termine.
Si el gobierno de V.E. y el de Buenos Aires no hubieran admitido la mediación del Paraguay, el vapor de guerra Tacuarí no se hallaría quizá hoy en el puerto de Buenos Aires, y ni habría sufrido el ultraje que en presencia de todo este pueblo le han hecho los buques de guerra de S.M.B. dentro del mismo territorio.
Yo debo fundadamente esperar que el gobierno de la Confederación Argentina no será un frió espectador de la violación de su territorio : debo esperar aun mas que el ilustrado gobierno de S.M.B., en cuyos consejos debe siempre presidir la justicia, no dejará sin reparación una ofensa que los jefes de sus fuerzas han hecho, sin provocación por parte del Paraguay, sin motivo ni aun pretexto, y sin que preceda ni declaración de guerra al gobierno de la República, y ni aun el menor aviso á su ministro cuya salida se estaba cautelosamente esperando para ejercer sobre él la agresión que no es posible atribuir al gobierno de S.M.B., porque aun cuando ha habido diferencias que ha suscitado el cónsul residente en la Asunción, de esperar era que ellas concluyesen por un arreglo diplomático de una manera recíprocamente honrosa y conveniente.
No es de presumir, sin ofensa de la ilustrada política del gobierno de S.M.B, que cuando él envía en misión especial un ministro, á impedir la guerra entre la Confederación y Buenos Aires, adopte ahora en los negocios propios una política contraria á la que ha empleado hoy entre Buenos Aires y la Confederación, y á la que emplea toda vez que divisa que la guerra va á aparecer entre otras naciones, y menos de presumirse es que haya querido elegir para teatro de sus hostilidades contra otra nación el mismo territorio en donde ella ha solicitado que las diferencias y la cuestiones todas se acaben por arreglos diplomáticos que produzcan la paz y no por la guerra que parecía ya inevitable.
La República del Paraguay tiene derecho á esperar que la Inglaterra solo apelará á las armas cuando los medios diplomáticos hayan sido ineficaces; y no duda que entonces su ilustrado gabinete se complacerá en reconocer la justicia del gobierno del Paraguay, y le acordará las reparaciones debidas por el ultraje que el jefe de las fuerzas navales al frente de Buenos Aires le ha hecho inautorizadamente en un territorio neutral, en donde acababa recién la Inglaterra de pretender con ahínco que las cuestiones se arreglen diplomáticamente y no ya por el cañón.
Pero mientras todo esto sucede y se realiza, yo considero de mi deber dirigirme al gobierno de la Confederación acompañándole con el número 1 hasta 16 las comunicaciones que he pasado al gobierno de Buenos Aires y las contestaciones que este me ha enviado en los documentos anexos.
Al dirigirme al gobierno de V.E. mi interés es participarle el desagradable incidente que ha imposibilitado mi viaje por el río, las dificultades que he tocado y toco para poder conservar el vapor Tacuarí en el territorio fluvial de la Confederación Argentina, y la necesidad en que está mi gobierno de que el de V.E. se digne hacer las declaraciones que pedí por mi nota número 2 al gobierno de la provincia de Buenos Aires.
El vapor Tacuarí, al tiempo de ser agredido, no navegaba por mar alguno, sino en el río de Buenos Aires, y no iba á navegar tampoco sino por el río Uruguay, que la Inglaterra ha reconocido de la Confederación en común con el Estado Oriental, y por el río Paraná, cuyo dominio exclusivo tiene la Inglaterra reconocido por tratados á la Confederación Argentina.
Desde entonces no he debido yo esperar la agresión de los buques británicos, porque la Confederación tiene el deber de evitar aquella, tiene el deber de garantir mi tránsito como ministro mediador por la República del Paraguay, y tiene el derecho de hacerse respetar exigiendo que los buques de la marina británica reconozcan lo que su soberana ha reconocido por solemnes tratados que aun están subsistentes y firmes.
El gobierno de V.E. sabe que entre las naciones es reconocido, aun en los puertos de mar, el principio de que un buque de guerra de una nación, que está en guerra con otra, no puede salir sino veinte y cuatro horas después de haber salido el buque del otro beligerante.
Ese es uno de los respetos debidos á la neutralidad; es el homenaje que todas las naciones, inclusa la Inglaterra, presentan á la neutralidad; y es, en fin, una de las consideraciones que las potencias neutrales tienen pleno derecho á exigir.
La Inglaterra y la Francia en sus respectivos almirantazgos tienen reconocido como un principio que los buques de guerra no pueden salir de aguas neutrales, en persecución de otros, sino con veinte y cuatro horas de intermedio. Yo he sido perseguido en el vapor paraguayo Tacuarí en el instante de empezar á navegar, y dentro del territorio fluvial de la Confederación; y tengo el sentimiento de decir á V.E. que aun cuando á mi salida de Buenos Aires, hacía trece días de este suceso, los buques ingleses no abandonaban su actitud hostil, y que aun habiéndose dirigido el vapor Tacuarí á la boca del Riachuelo, la cañonera inglesa se puso en movimiento para evitarlo.
Desengañado, pues, de que para salir á navegar por los ríos de la Confederación, me sería forzoso hacer batir un solo pequeño vapor contra cinco, he considerado deber abandonar hasta la esperanza de que naveguen los vapores paraguayos por estos ríos interiores, ínterin el gobierno de V.E. no se digne dar la seguridad de que ni se les impedirá el paso, y ni sufrirán agresión alguna en su territorio fluvial.
Siento no poder detenerme en esta ciudad, y en tal situación ruego á V.E. que la contestación á esta nota se digne V.E. enviarla á la Asunción, y dirigirla y enviarla á mi gobierno, en cuyo nombre me dirijo á V.E.
Quiera V.E. aceptar las seguridades de mi distinguida consideración y aprecio.
Francisco S. López.
A S. E. el Sr. Ministro de relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Dr. D. Luis J. de la Peña.
(1) Esta nota no ha tenido hasta hoy respuesta.”
Fuente: “La República del Paraguay”, de Alfred Louis Hubert Ghislain Marbais du Graty, 18
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Y se confirman los trascendentes pactos MASONES. Era evidente que el PARAGUAY molestaba,estorbaba hasta ser entrometido como una cuña muy fuerte entre osscuros intereses de las cofradías. Era evidente que Mitre y los ingleses tenían otras intenciones opuestos a la paz lograda a la brillante mediación del Paraguay !