El “Grito de Ipiranga”, no fue un movimiento político, no fue una guerra, ni un levantamiento. Fue una simple “declaración” en todo sentido. Sin pueblo, con el ejército, se aplaudió un discurso en el que el nuevo emperador decía que Brasil era libre de Portugal.
SINOPSIS
En 1808 ocurre un acontecimiento importante. Ante la invasión de Portugal por Napoleón, el rey y toda su corte se trasladan a Brasil, convirtiendo a Río de Janeiro en capital de facto del Imperio Portugués.
Esto significó más que un viaje. Brasil cambió su papel dentro del imperio portugués. Gracias a esta nueva, podríamos decir, “metrópolis provisional”, se produjo un impulso económico importante, la llegada de una burocracia estatal de más alta alcurnia, nuevos y grandes comerciantes y en general nuevos y más grandes recursos,
La nueva posición ocupada por Brasil trajo problemas entre los blancos portugueses y los blancos brasileños. Pero, además, ayudó al desarrollo de intereses locales ligados a la monarquía. Recordemos que desde 1808 a 1821, o sea 13 años, la corona y toda su corte vivieron en Río de Janeiro.
El problema estalló en 1821 cuando Juan VI debió volver a Portugal por las presiones que generaban allá los liberales (incluido un levantamiento) y los antiguos intereses metropolitanos. No todo el mundo estaba de acuerdo con la indefinida estancia americana del rey de Portugal. Sin otra alternativa, el rey y su corte regresaron a Lisboa a poner orden.
Ante el regreso en 1821 del rey a Portugal, el miedo se apoderó de los burgueses brasileños y los portugueses que se habían asentado (incluso enriquecido) en las ciudades americanas. ¿Qué pasaría con sus nuevos privilegios, negocios, etc.? ¿Qué pasaría con los intereses creados en 1808? ¿Brasil volvería a ser colonia en todo sentido? Y frente a los hechos que ocurrían en el Río de la Plata, ¿qué pasaría con el desarrollo de nuevas ideas y los cambios en la región? ¿Se mantendría la paz interna?.
Ante las presiones debido a las dudas, Juan VI deja como regente a su hijo Pedro de Alcántara. Era una especie de garantía de que Brasil sería tratada en igualdad con Portugal; o sea que la situación no iba a cambiar.
Ipiranga es un pequeño río cerca de San Pablo, donde Pedro recibió la noticia de que no sería más regente de Brasil, sino un simple “representante” de Lisboa. Se dice que, ante esta noticia, gritó “¡independencia o muerte!”.
Pero en ese lugar no había nadie que se opusiera a la independencia, porque nadie quería perder sus derechos y privilegios adquiridos. Así que lo de “muerte” era sólo una exclamación. Es que no habría ni guerra ni lucha.
Lo de Ipiranga no fue más que un acto, con un discurso de una sola frase. Obvio que no menor al declarar la independencia. Pero, al mismo tiempo, aseguraba una transición tranquila y sin conflicto.
Su “independencia” no generó grandes problemas internos, no perdió territorios al poder mantener la unidad (todo lo contrario, incorporó regiones), formó un gobierno fuerte.
Pero sobre todo, sin tirar un solo tiro, logró la autonomía sin que las clases más bajas o grupos radicales “perturbaran la paz” o “perjudicaran los negocios”.
Fuentes varias, la principal: mas.org.ar
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