La Declaración de la Independencia brasileña fue realizada por el entonces príncipe portugués Pedro I de Brasil y IV de Portugal el 7 de septiembre de 1822 con el lema «Independencia o muerte»
Si la invasión de Napoleón a la península ibérica dejó librada a su suerte a los virreinatos del Río de la Plata. Nueva España o México, del Perú y de Nueva Granada, el imperio brasilero tuvo un rumbo diferente: la Corte portuguesa –Casa Braganza- se trasladó a Río de Janeiro, por lo cual el proceso de independencia del Brasil – si es que puede llamarse Independencia- tuvo un cariz distinto al de los dominios españoles en América.
Napoleón fue proclamado Emperador de Francia en 1804. En 1807 ordenó la invasión de Portugal, obligando a la Familia Real portuguesa huir a Brasil, en 1808 invadió España razón por la cual Fernando VII tuvo que abdicar.
Recién en el año 1815 Napoleón fue derrotado en Waterloo y enviado a la isla de Santa Elena donde falleció el 5 de mayo de1821, es decir antes del pronunciamiento independentista brasileño.
El Grito de Ipiranga, parece haber sido en realidad un acto de autonomía en relación con la metrópoli y no una independencia como tal ya que los que reinaban en ambos territorios pertenecían a la misma familia dinástica.
O sea, muy semejante a un claro gatopardismo: cambiar para que no cambie nada.
El papel jugado por las oligarquías regionales fue determinante a la hora de abortar a los movimientos centrífugos y separatistas y garantizó la continuidad administrativa del país, de modo que al limitarse los enfrentamientos armados se evitó el estallido de una guerra civil, que hubiera tenido un elevado costo para el gobierno brasileño.
El 12 de octubre don Pedro fue proclamado emperador constitucional y el 1 de diciembre fue coronado. Con la ayuda de lord Cochrane, anteriormente al servicio de la armada chilena, se expulsó del país a las guarniciones portuguesas de Bahía, Marañón y Pará, que se oponían a la independencia.
A fines de 1823 el proceso emancipador ya estaba consolidado, después de que se expulsara a las últimas tropas acantonadas en Río de Janeiro y tras sofocarse la rebelión de las tropas portuguesas que ocupaban Montevideo.
Aunque haya sido un gran valor, este hecho histórico no provocó ninguna ruptura social en Brasil. El pueblo más pobre ni siquiera acompañó, ni entendió el significado de la independencia.
La estructura agraria continuó igual, la esclavitud se mantuvo y la distribución de la renta continuó siendo desigual. La elite agraria, que le dio apoyo a D. Pedro I, fue la capa social que más se benefició.
Fuentes varias
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