Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia: 250º aniversario de su nacimiento
El 6 de enero de 2016 se cumplirá 250 años del nacimiento del Padre de la Nacionalidad paraguaya, el doctor José Rodríguez de Francia (1766 / 1840).
En su homenaje reproducimos su propio mensaje dirigido a la Junta General de los Pueblos convocada por el gobernador Velazco ante el pedido de acatamiento a la confederación de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1810:
«Esta asamblea no perderá su tiempo debatiendo si el cobarde padre o el apocado hijo es el rey de España. Cada uno de ellos ha abdicado dos veces. Los dos han demostrado su débil espíritu y su desleal corazón. Más sea o no sea rey de España uno de ellos, ¿qué nos importa a nosotros?
Ninguno de ellos es ya rey del Paraguay. El Paraguay no es patrimonio de España, ni provincia de Buenos Aires. El Paraguay es Independiente y es República.
La única cuestión que debe debatirse en esta asamblea y decidirse por mayoría de votos es cómo debemos defender y mantener nuestra independencia contra España, contra Lima, contra Buenos Aires y contra el Brasil; cómo debemos mantener la paz interna; cómo debemos fomentar la pública prosperidad y el bienestar de todos los habitantes del Paraguay.»
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El Supremo Dictador Rodríguez de Francia: sus vínculos con Manuel Belgrano, José Gervasio Artigas y Simón Bolívar
Georges Fournier*
A fin de ubicar mejor al Supremo y a sus ideas, haría falta compararlo con los otros grandes latinoamericanos de su tiempo. Hay aquí, sin duda, una investigación a realizar. Me limitaré a señalar, modestamente, los vínculos o la falta de vínculos de José Gaspar Rodríguez de Francia con tres personalidades de la independencia: Manuel Belgrano, José Gervasio Artigas y Simón Bolívar
¿Por qué esta selección aparentemente arbitraria? ¿Por qué la estimación de Francia por los dos primeros varía y no puede sino aborrecer al tercero?
A Manuel Belgrano lo conoció en 1811. El General porteño residió en Asunción varias semanas como Plenipotenciario de Buenos Aires, después de haber dirigido la desastrosa expedición auxiliadora derrotada por los paraguayos en Paraguari y en Tacuari. Francia no le quitó el ojo de encima durante toda su estancia y así nació una amistad que no dejó de crecer hasta la muerte de Belgrano en 1820. Ambos no dejan de escribirse largas y sinceras cartas durante toda la vida del último.
El Supremo sabe todo de su patriótico y progresista amigo.
Fundador de la enseñanza nacional, autor -corno jurista eminente- del proyecto de una Constitución democrática, promotor de la agricultura argentina, de la Marina, creador de escuelas, defensor de los derechos de los indios. Es un General que da ciudadanos buenos y virtuosos a la patria, mientras el General San Martín forma excelentes militares. No se trata de uno de esos «jacobinos a medias’, que traicionarán el espíritu de la Revolución de Mayo. Se comprende el afecto casi fraternal que le profesa José Gaspar de Francia al saberlo tan identificado con su propio ideal.
Con José Gervasio Artigas la cosa es diferente. No quiso recibirlo nunca personalmente. No Lo vio jamás. Cuando Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, vencido, se refugia el 5 de septiembre de 1820 en el Paraguay, es un mal momento: seis meses después de la conspiración reaccionaria del Viernes Santo, de la que se cree tenga nexos con el extranjero. Francia recela de Artigas. Sin embargo Lo acoge con generosa hospitalidad. Le ofrece una residencia honorable y el sueldo de Capitán, antes de conferirle una finca donde este viejo campesino vivirá 30 años. Artigas muere a los 86 años, el 23 de septiembre de 1850, después de haber llorado la desaparición del Supremo. Pero en este caso también, pese a las reservas que guardó frente al exiliado político Artigas, Francia honró al viejo caudillo que incitó a su pueblo a la lucha, a su temple, sus éxitos y, sobre todo, al mérito de una reforma agraria antifeudal, a la construcción de escuelas públicas, a la manera de financiar jacobinamente la revolución popular, a su legislación democrática, a su integridad. No hay duda que la vida y el combate de José Gervasio Artigas a Francia le son próximos. Por ello, de un lado, reserva personal a causa de las amenazas del pasado, pero respeto generosidad para el héroe vencido, el jacobino de la Banda Oriental.
Simón Bolívar, eso es muy diferente. Para el Supremo no es más que el militar aristocrático y el glorioso estratega de las Guerras de la Independencia. Nada los acerca. Todo los distancia. Bolívar pertenece a una clase diferente. Su oportunismo, su vida y la manera de gobernar, el haber hecho, por ejemplo, de sus generales ricos latifundistas, el haber entregado Colombia a la jerarquía romana de León XII, no podía inspirarle a Francia ninguna simpatía. Pero hay algo más grave. Bolívar sueña no sólo con lila Federación de los Andes que se una al norte con México y la América Central dominada por Guatemala, con Cuba también y Puerto Rico al este, al Río de la Plata al sur, sino que está dispuesto a desencadenar la guerra contra el Brasil, contra España misma «para liberar a sus pueblos», más exactamente para liberar al Paraguay de Francia, esa bestia, esa fiera, como le llama el Deán Funes, agente de Bolívar en Buenos Aires.
La liberación del francés Aimé Bonpland era el pretexto de Bolívar para invadir el Paraguay. Naturalista viajero, amigo de Alejandro de Humboldt, enviado a la Plata en 1817 utilizando la misma careta que los otros agentes de los Borbones, quienes solían establecerse también como comerciantes, Bonpland llegó fraudulentamente al Paraguay, fue bloqueado en el país y se convirtió durante años en un gran ganadero, agricultor e industrial rico, pero para el resto del mundo estaba encerrado en las húmedas lozas de una mazmorra, de modo que Bolívar, Humboldt y otros desencadenaron en su favor una clamorosa compaña mundial, extraordinaria para la época.
Como lo comprueban documentos dados al pie de nota por Augusto Roa Bastos en «Yo el Supremo» (y existen otros documentos) Simón Bolívar realmente proyectó invadir el Paraguay por la ruta del Pilcomayo. Pero no para solicitar del Supremo únicamente la liberación de Bonpland, que no dejaba de escribir a sus amigos sobre su salud floreciente, sus facilidades en el país, sus logros financieros, su prosperidad. No, sino para derrocar a quien Bolívar consideraba un tirano odioso, porque era un revolucionario que él no comprendía, con concepciones diametralmente opuestas a las suyas.
El texto de la carta de Simón Bolívar a Francia contiene cosas muy reveladoras. Por ejemplo, se dirige al Señor Dictador Supremo del Paraguay, pero en el texto de la carta dice que de ningún modo es posible causar perjuicios a » la Provincia» del Paraguay, y el Supremo no podía, evidentemente, aceptar que se trate de provincia al Paraguay, pues ya hacía años que era una República independiente.
Pero hubo una querella a propósito, entre periodistas o entre historiadores. En su carta al Supremo, Bolívar le dice que para conseguir la libertad de su queridísimo amigo Bonpland «yo sería capaz de marchar hasta el Paraguay y sólo por libertar al mejor de los hombres y al más célebre de los viajeros». Dice «y sólo por libertar… «. La disputa entre los historiadores es «solo» con tilde o sin tilde. En realidad, fue con tilde, pero no solito, y la prueba reside en la carta de Bolívar a Santander, que se encontraba entonces en Lima, y en la cual Bolívar le indicaba: «La mejor ruta para ir al Paraguay es la ruta del Pilcomayo». Así pues, las cosas son claras.
Amistad, entonces, con Manuel Belgrano; respeto y generosidad para José Gervasio Artigas; pero recelos patrióticos contra Simón Bolívar, lo que corresponde muy bien con las ideas y el carácter íntegro e intransigente del Supremo: director de la Revolución.
*escritor, fragmento de su conferencia dictada en París el 9 de diciembre de 1984