Aipó Dr. Francia: la civilización de la cal y el alumbrado público (I)
Lo que no es muy sabido, y revelado produce estupor es que Francia, desde el primer día de haber asumido la dictadura, sumergido en los años más críticos e inciertos, concibió y llevó a la práctica un notable plan de edificaciones, construcciones, adelantes y mejoras materiales de todo orden en el Paraguay.
Todo lo que significaba progreso, desde el más nimio detalle para la utilidad o comodidad de la población hasta la más prodigiosa obra de defensa para la invulnerabilidad militar de la República, recibió la consagración de sus energías.
Él, que todo lo planificaba, como paso previó estructuró una organización y servicios permanentes que llamó Obras Públicas. Mal podía dejar de comprender que el embellecimiento y la decencia física de la Capital y del Interior se conjugaban con el prestigio moral del nuevo régimen independiente.
Pero la conquista inicial, el verdadero éxito espectacular de Francia fue la inauguración de la primera fábrica de cal del Paraguay en 1816. El horno para la calcificación de las piedras se construyó bajo su dirección personal en un sitio al costado de Asunción que aún hoy se conoce como Calera-cué. La calera se componía de un gran horno enrampado, varios galpones, depósitos, casas de habitación y un muelle sobre el río.
Antes de Francia, el Paraguay carecía en absoluto de cal y solo se la obtenía en contadas ocasiones, encarecida y tras grandes dificultadas, de la Bajada del Paraná, jurisdicción de Santa Fe.
El advenimiento de la cal patricia, desde entonces, suscitó ensueños, y la inmaculada efervescencia del valioso óxido blanco, resplandeció en el espíritu público. Con ella, Francia avivó todos sus proyectos. La reconstrucción de Asunción, el Cabildo de dos plantas, el gran cuartel del hospital, la fortaleza de Olimpo, la modernización de la Casa de Gobierno, decenas de edificios nuevos en la capital, la reconstrucción de Pilar,