Stroessner y la idolatría al único líder; entre la lealtad y la parodia
Brigitte Colmán (*)
Todo giraba alrededor de la figura de Alfredo Stroessner. Quienes llegaban al país vía aérea, bajaban al aeropuerto Alfredo Stroessner
Ciudad del Este se llamaba Puerto Presidente Stroessner. El barrio San Pablo se llamaba barrio Stroessner. Y en el cerro Lambaré, una gran estatua suya vigilaba el río y el país desde lo alto. Cada oficina pública ostentaba en sus paredes fotos del presidente. Y su cumpleaños, el 3 de noviembre, era un día que sus adoradores dedicaban a la genuflexión.
Culto a la personalidad, esto es lo que se practicaba alrededor de la figura del dictador. Sin embargo,la analista Milda Rivarolalo ve desde otra perspectiva. Lo de Stroessner era una Marx lo llamaba despotismo asiático, informa Rivarola, y agrega que el mismo fue reinventado por los nazis. «Yo creo que era más el deseo de agradar a Stroessner, darles su nombre a las ciudades, al aeropuerto. Yo he visto cosas mucho peores en otros lugares del mundo.»
CERO ONDA. A la distancia que aportan los años, el viejo dictador que murió en el exilio, sin haberse arrepentido de ninguna de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante los 35 años de su gobierno, es visto como un líder sin carisma. Y a la distancia es difícil no plantearse la pregunta de cómo lo logró. Porque, como dice Milda Rivarola, «Stroessner no era Perón».
UN ARGELADO. La analista agrega más: «No tenía oratoria, él era un alemán argel, al que la gente le temía; pero no era Perón, no era ni siquiera Chávez. Aunque quisiera no podía». Milda aclara, sin embargo, que lo que había era el sometimiento y el chupamedismo de los que ponían fotos suyas en todas partes.
Y en la historia paraguaya existe solamente un precedente: el del Mariscal Francisco Solano López, imagen reivindicada por Stroessner. «López celebraba el Día de San Solano, como si fuera el día nacional paraguayo. López tenía eso, que había copiado de Napoleón Tercero», aclara Milda Rivarola.
Pese a todo, es extrañamente esperanzador. Veinte años después, no quedan los retratos ni las estatuas, y la práctica tan arcaica de idolatrar al Jefe parece haber pasado de moda.
EL PRIMER MANDATARIO, DEPORTISTA Y ETCÉTERA. Le gustara o no la adulación, el dictador en realidad no ponía limites, y dejaba que sus «súbditos» llegaran hasta el ridículo en cuando a la adulación.
Por eso, el dictador Alfredo Stroessner llegó a ser denominado como el primer odontólogo del país, el primer deportista, el primer estadista, el primer médico, el primer abogado. «Él era todo. Él resumía en sí las virtudes ciudadanas», recuerda Jorge Rubiani.
Este culto se terminó una noche, hace exactamente 20 años. Y aunque hubo que esperar dos años, un día, llegó el día en que la estatua suya, que vigilaba en lo alto del cerro Lambaré, fuera derribada en 1991.
Los restos de aquel Stroessner de bronce fueron fundidos, y el artista Carlos Colombino les encontró un final más digno: hoy forman parte del monumento que recuerda a los desaparecidos, a los paraguayos que desaparecieron durante su dictadura
* Artículo publicado en la edición impresa de Última hora, 03-02-2009
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