Por Mempo Giardinelli (*)
Los lugares comunes que repite el argentino medio, cuando hace gala de ignorancia, son proverbiales. Derivan acaso de esa rara vocación persecutoria y conspirativa que es común en nuestras clases medias, ilustradas o no. Y así en este país casi todos tuvimos, alguna vez, prejuicios hacia Douglas Tompkins, ese gringo inexplicable, delicioso bicho raro al que llegué a conocer y apreciar, y que acaba de morir.
Hace muchos años reproduje en una nota las sospechas de que era una especie de adelantado norteamericano para quedarse con la gigantesca reserva acuífera de los Esteros del Iberá correntino. Se pensaba entonces que podía ser uno de los beneficiarios de las facilidades del menemismo, que alentaba las compras de territorios fronterizos por parte de extranjeros y compañías multinacionales.
Pero cuando lo conocí, años más tarde, en la acción ambientalista concreta, pude constatar su convicción ecologista. Sin verso ni alharacas, lo vi trabajar con pasión para concretar uno de sus sueños: hacer de los Esteros del Iberá, en Corrientes, un gigantesco Parque Nacional de 1.300.000 hectáreas de aguas impolutas y especies originarias. Un sueño que muchos correntinos están heredando ahora y es de esperar que hagan propio.
Nacido en Nueva York en 1943, DT fue empresario textil y amasó una fortuna, dicen que tras fundar la conocida marca de indumentarias The North Face. Como sea, lo suyo fue monumental porque en su plenitud, hace ya muchos años, se radicó en el sur latinoamericano enamorado de la pureza del aire y las bellezas naturales, y además de su vocación ambientalista practicó una actividad que distingue a algunos estadounidenses ricos pero es completamente negada por los ricos de la Argentina: la filantropía. Y si ambiental, mejor.
Este gringo peculiar y tozudo un día salió de su país y se radicó e invirtió fortunas en Chile y Argentina. Millones de dólares que hasta donde sé no vinieron vía secretos bancarios ni aumento de la deuda externa. No, él compró vastos territorios que puso en valor ambiental y turístico, y los donó al patrimonio nacional de sus dos países adoptivos.
Creador y presidente de CLT (Corporation Land Trust), una ONG respetada en el mundo ambiental, compró grandes extensiones de la Patagonia chilena y creó y donó la mayor área protegida del país hermano: el PN Pumalín: 317.000 hectáreas de bosque templado lluvioso consideradas un Santuario de la Naturaleza donde no se permiten actividades industriales. Y también donó 73.000 hectáreas en 1995 para completar el PN Corcovado (287.000 has.), y en 2013 parte del PN Yendegaia (150.000 has.).
En Argentina creó, a su entero costo, el Parque Nacional Monte León, en Santa Cruz (62.000 hectáreas que compró en 1999 y cedió al Estado Argentino en 2004). Entre 1997 y 2007 donó y diseñó 3900 hectáreas para el parque provincial Piñalito, en Misiones. Y en 2013 compró la Estancia El Rincón (15.000 has.) y la donó para la ampliación del Parque Nacional Perito Moreno.
En el Chaco muchos lo vamos a extrañar, porque Tompkins fue uno de los grandes impulsores del PN El Impenetrable. Enamorado de la estancia La Fidelidad, tomó fotos desde la pequeña avioneta que él mismo piloteaba y que hoy son las tomas aéreas que dieron fama mundial al hasta ahora negado PN. Patrocinó campamentos e investigaciones que la provincia no hubiese podido y hasta su muerte fue un apasionado del Chaco.
El año pasado una diputada chaqueña hoy oficialista se lanzó contra él con ligereza y torpe ignorancia, poniendo en duda el papel que jugaba este gringo raro en el proceso de creación del PN El Impenetrable (que finalmente fue ley en octubre de 2014). Hizo un papelón y demostró una vez más cuan fácil es fantasear los motivos de quien se supone un millonario exótico que hizo lo que ningún millonario argentino, y no sé chileno: compró, equipó y donó al Estado decenas de miles de hectáreas. Algo que no hizo ni hace ningún millonario ni empresario argentino, incapaces todos de donarle al Estado ni una manzana.
Tompkins fue capaz también de vencer las naturales resistencias de varios gobernadores, por lo menos el peronista del Chaco y el radical de Corrientes, y lo hizo dando en lugar de pedir, invirtiendo en lugar de extraer. Impulsó y logró la reintroducción del oso hormiguero, el yaguareté y los guacamayos en el Iberá, donde compró tierras y montó cuatro estancias modelo, que soñaba donar al Estado argentino cuando se pudiera discutir el PN Iberá, vencidas las resistencias del conservadurismo más ignorante, si acaso eso es posible.
Y para terminar, y por si algún tonto sospecha argentinamente, cabe decir que ni yo ni muchos de quienes lo conocimos y apreciamos su labor recibimos jamás un centavo de él ni de sus emprendimientos. Así que descanse en paz, Gringo, y ojalá todo mi país un día le reconozca sus méritos.
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