Las plantaciones de soja deforestan la selva en Paraguay

Elena Sánchez Laso*

Los campesinos del Bosque Atlántico del Alto Paraná americano viven sus días con temor observando la deforestación a la que se ven sometidos los bosques de su país, Paraguay, amenazado por el cultivo masivo de la planta de la soja que va diezmando árbol a árbol la selva paraguaya.

Paraguay un país eminentemente agrícola y con una superficie total de 406.752 km2, dedica 2.700.000 hectáreas (6’6%) a la plantación y expansión del monocultivo de la soja provocando una deforestación de 3’5 millones de hectáreas en los territorios del Pantanal, Bosque Atlántico y Chaco.

En catorce años (1996-2010) «la producción de soja ha pasado de ser 960.000 hectáreas a las actuales 2.700.000» denuncia Pablo Valenzuela periodista de la organización paraguaya «Sobrevivencia» ligada al grupo ecologista «Amigos de la Tierra», durante una reunión de periodistas ambientales celebrada en Bruselas (Bélgica).
Brasil, Argentina y Paraguay son los responsables del 50% de la producción mundial de este cultivo.
«El cultivo de la soja en nuestro pueblo adquiere tintes dramáticos al atentar contra la supervivencia de más de 70.000 campesinos al año que son desplazados de sus casas por el cultivo salvaje de la soja», advierte Pablo Valenzuela.
«Los campesinos e indígenas al quedarse sin tierras abandonan sus casas y escuelas entrando a formar parte de ese grupo de despatriados que se asientan en las llamadas ‘Villas Miserias», infraviviendas en el extrarradio de Asunción (Paraguay) donde los campesinos malviven el resto de sus días», continúa el periodista Valenzuela.
«Los paraguayos se quejan de que la soja «no da vida, ni dinero : sólo mata».

Según datos estimados por la organización ecologista «Amigos de la tierra» los monocultivos de soja generan pocos empleos para la economía ya que 100 hectáreas de tierra agrícola familiar generan comida y trabajo para treinta y cinco familias mientras que 100 hectáreas de cultivo de soja sólo dan trabajo para dos personas.

En algunos casos los trabajadores son paraguayos, ya que al productor le conviene tener buena relación con la comunidad, pero la realidad es que los productores brasileños traen su mano de obra de Brasil y pagan salarios mínimos a la población contratada.

La producción de soja a gran escala en el país conlleva otros problemas como el desplazamiento del sector ganadero que al verse sin tierras para su ganado invaden el bosque autóctono dónde se comen la mandioca, alimento básico en la alimentación de la población rural e indígena.
O el uso y abuso del agua dedicada a el riego constante de las plantaciones, que deja sin agua los cauces de los manantiales que abastecen sus cosechas.
Para «Amigos de la Tierra» es llamativo la «criminalización» que rodea al indígena paraguayo que en un intento por salvar su identidad y economía se ve abocado a quemar plantaciones y frenar fumigaciones para terminar encarcelado».

Pero donde realmente el cultivo está produciendo graves problemas es en la «pulverización masiva con agroquímicos que provoca graves efectos en la salud de los indígenas y en el medio ambiente, contaminando cauces hídricos, degradando suelos y desplazando comunidades enteras» afirma Valenzuela.

La soja paraguaya tiene como destino principalmente el mercado exterior, alcanzando porcentajes promedio del orden de los 75 %, quedando solo el 25% para la industria y 2% para semillas, cifras que se han mantenido constantes en los últimos años (dato INBIO Inst.Biotec.Agrícola).
La soja cultivada se exporta a la Unión Europea, China y Japón donde alrededor del 80% es transformado en aceite y harina de soja destinado como alimento base para el engorde del ganado.
El consumo interno de este cultivo y sus derivados en el país es muy limitado, pues es un producto no tradicional, ajeno a las costumbres y la cultura alimentaria de la población paraguaya, no superando el 5% del total.

* efeverde.com