Están en Estanzuela
Por Caio Scavone
La Fragaria sp., nombre científico de la frutilla, debe ser una de las plantas que tienen una pulpa tan rica como su misma historia. Es originaria de la costa occidental de América del Norte y se estima que las aves migratorias la hicieron viajar hace miles de años hacia las costas del centro y sur de Chile, y en donde los mapuches la cultivaron.
Al primer historiador chileno, el sacerdote jesuita Alonso de Ovalle (Santiago 1601 – Lima 1651), le llamó la atención la tan buena fragancia y el dulzor de esos frutos, que comenzó a cultivarla. La planta fue clasificada por Ovalle como Fragaria chiloensis. Los frutos eran de color blanco y no del tinte rojo que tiene hoy día la frutilla.
Unos 100 años después, en el año 1712, un ingeniero militar y naval francés, François Frézier, llevó desde Chile una centena de plantas a Francia, y solo pudieron llegar unas cinco con vida. El resto sucumbió durante el largo viaje marítimo. Los primeros híbridos fueron obtenidos en Francia en el siglo XVIII.
La rica y dulce historia finaliza en Brest, Francia, en el año 1766, después del cruzamiento de la Fragaria virginiana, procedente de los EE. UU., y la Fragaria chiloensis, proveniente de Chile. Este primer híbrido fue el motor propulsor de la producción comercial de todas las frutillas que hoy conocemos. Los franceses unieron las fresas americanas y chilenas, y hoy la biotecnología se encarga de mejorarlas cada vez más.
Las primeras fresas fueron introducidas en el Paraguay en Areguá en el año 1930 por unos productores rusos, encabezados por Emilio Litvinenco (tenía un solo brazo pero trabajaba como si tuviera cinco) y Alejandro Yacouclew, secundados por algunos agricultores italianos, como el señor Pedro Comelli, quien ya en esa época cultivaba y enseñaba la técnica de producir la frutilla y unos “dulces caseros” de gran excelencia y preferencia. Una mención especial a los primeros cultivadores paraguayos, como Atanacio Duarte, Juan Ferreira, Manuel Quintana, Antonio Robles y otros precursores aregüeños e itaugüeños.
Unas 65 hectáreas y 400 productores de esta maravillosa fruta se tienen hoy en la zona de Areguá y Estanzuela, y la producción de unos 2 millones de kg/año. La Expo Frutilla se inició en el año 2000, y tiene tanta fuerza con sus licores, tartas y tortas, mermeladas, dulces, pulpa en almíbar, jugos, las canastitas llevadas de Itá, los envases, las etiquetas, la mano de obra y todo el resto componente que fortalece la cadena productiva.
Cobró fuerza desde que la unión interinstitucional comenzó a rodar entre la Gobernación de Central, los municipios afectados, la Compacop, la Red del Sur, el MAG, el MIC y los productores, encabezados por el actual presidente, Carlos Quintana, y sus 115 socios frutilleros. El comité es un ejemplo, y cuenta con un centro de acopio, en donde también comenzaron a acopiar, procesar y darle vida al valor agregado con la pulpa de mango, mburukuja, piña, melón y guayaba. Todos aportaron y están en Estanzuela.
La actual Expo comenzó el pasado 8 de agosto y finalizará el próximo domingo 13 de setiembre en Estanzuela, Itauguá, Km. 35,5, vía férrea, ruta Areguá-Ypacaraí. De paso, podrá enterarse de la inutilidad de las autoridades por haber hecho desaparecer la reliquia ferroviaria en este sector.
La frutilla ofrece la ocasión de ingerir vitaminas A, B, C, E y K.; potasio, calcio, hierro y fósforo. Su bajo nivel de azúcar la hace apta para los diabéticos, purifica la sangre, es anticancerígena, elimina las toxinas, ayuda al fortalecimiento de la piel; combate las inflamaciones crónicas, el reumatismo y la artritis, y elimina triglicéridos y el colesterol.
Esta fruta, bien colorada, también combate a los muchos radicales libres e inútiles que abundan y perjudican a nuestro cuerpo y a todo el Paraguay.
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