Armando Almada Roche, conocido periodista y escritor, suerte de biógrafo de nuestros más grandes hombres de la música y las letras (Asunción Flores, Herminio Giménez, Roa Bastos, Elvio Romero, Hérib Campos Cervera, entre otros), le rinde homenaje al maestro Sila Godoy con la publicación de su biografía, que aparecerá en Asunción para el aniversario de su nacimiento, el 4 de diciembre. A continuación transcribimos un fragmento.
“El deceso del maestro de la guitarra Cayo Sila Godoy se produjo en horas de la tarde en el Policlínico Rigoberto Caballero”, confirmó una de sus hijas en conversación con la periodista de ABC Color Maripili Alonso. “El músico había sido internado como consecuencia de una afección respiratoria, y falleció en la tarde del martes 2 de septiembre a los 94 años”.
Afortunadamente sé con seguridad irrevocable que Cayo Sila Godoy, el más magistral de todos los guitarristas clásicos, nació el 4 de diciembre 1919 en el territorio comprendido entre Caaguazú y Guairá, motivo por el cual existen unas biografías que ubican su nacimiento en Ajos (Coronel Oviedo) y otras en Villarrica, de padres legalmente casados.
Nunca encontré en un hombre, en un artista contemporáneo, el tipo de Sila Godoy, de la energía libre y, sin embargo, dominada, pletórica y a la vez jovial, esa camaradería irresistible con todos los fenómenos, y un equilibrio tan perfecto y natural entre la personalidad y el ambiente. En efecto, sólo con su guitarra y la catarata de su música, con el atronador ímpetu de su fuerza artística, podría describirse su físico: de alta estatura, varonilmente bello, de pasos circunspectos y ágiles, de ojos azules y mirada clara, vigoroso y en extremo solidario, enérgico y siempre dispuesto a ayudar, de una naturaleza activísima, sin trabas, de verdad libre y obediente únicamente a la voz interior, pero a la vez de extrema sensibilidad en el trato con la gente. Su proceder franco presta a su arte y a su vida la expresión irresistible de la independencia. Es imposible imaginársele cohibido en una situación cualquiera, ni en el sentido de la inseguridad, ni en el de la vergüenza, de manera que en su presencia se percibe el más raro de los espectáculos humanos: al hombre realmente libre, dueño de sí mismo y, sin embargo, entregado a todo.
Podríamos decir que su muerte fue prematura y cruel, pero no concordaría con el espíritu del músico. Hemos de respetar esa muerte por respeto al artista. Por muchas que sean las cosas no dichas y las posibilidades indecibles que esta muerte nos arrebató, le hemos de agradecer, sin embargo, el que nos haya conservado hasta el último instante una espléndida imagen inalterada y presentado el recuerdo de Sila Godoy como algo perfecto, como suprema seguridad de todo esfuerzo espiritual, garantía para toda la juventud de que la concentración del alma y la pureza de la existencia del músico son posibles aún hoy, en este mundo nuestro que ha dado la espalda a la auténtica música. Él fue ese músico, lo fue hasta el último aliento de sus labios y de sus manos y es el único descanso de nuestro duelo el poder decir: lo hemos vivido.
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Un hombre de Verdad como su música, en perfecta armonia.!!