El Ayvú Rapyta es la compilación de los mitos orales de los Mbyá guaraní del Guairá por el antropólogo paraguayo León Cadogan según el relato oral de los nativos y del cacique Pablo Vera.

Su publicación fue precedida por un ensayo con el mismo nombre en el Boletín de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de Sâo Paulo, Brasil. Estudiosos y organizaciones de una decena de países reprodujeron en sus revistas y boletines una gran cantidad de artículos del renombrado científico indigenista paraguayo. Más tarde se publicó con el nombre completo de Ayvu Rapyta: Textos míticos de los Mbya-Guarani

En el Ayvú Rapyta se relata la aparición del ser supremo y la siguiente cosmogonía, haciendo hincapié en la creación del alma del lenguaje humano, el Ayvú. El relato se intercala con himnos, plegarias, mensajes recibidos, remedios de medicina y normas sociales varias

Foto "Portal Guaraní"
Foto «Portal Guaraní»

A continuación publicamos fragmento de lo escrito al respecto por Susy Delgado en Nómada N° 4 editada por la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM) en abril del 2007:

 LOS SEÑORES DE LA PALABRA

Un universo mítico se dibuja en el lenguaje del pueblo guaraní. Las raíces de su oralidad se extienden hasta el presente: hoy el 90 por ciento de los paraguayos habla en su lengua originaria. Comparable con otros textos sagrados de antiguos pueblos de América, el  Ayvu Rapyta (El fundamento de la Palabra), es un recorrido mágico desde la creación del mundo hasta los rituales cotidianos.

Se acerca el amanecer y mientras la claridad se filtra entre los montes y va bañando lentamente el conjunto de chozas de una comunidad mbyá guaraní, se escucha un canto largo y profundo. Es la plegaria que el chamán recibió en sueños y que ahora entona para su gente, pidiendo al Padre Ñamandu iluminación y fortaleza de corazón para alcanzar una vida digna. Acompañándose con una especie de guitarra rústica, el ravel heredado de los colonizadores españoles, y el ritmo de las tacuaras que golpean contra el suelo las mujeres, el chamán cumple este antiguo ritual con el cual los indígenas guaraníes inauguran el día, reflexionando sobre la condición humana y su relación con los dioses. Para el guaraní, la palabra es canto, danza y oración para comunicarse con los dioses.

El ser guaraní se identifica profundamente con la palabra y ésta marca el rasgo esencial del hombre, desde el momento en que éste es engendrado. En el acto de unión amorosa, el padre comunica la palabra soñada a la madre, que queda preñada de esta palabra. El ser humano es una encarnación de la palabra. Del mismo modo, el chamán guaraní, sentado en su apyká de cedro, en la profundidad de su sueño concibe la palabra, la que se engendra y nace igual que el hombre.

Y esta palabra es instrumento de perfección, a través de la cual el guaraní se hace más sabio y más hombre. Es la materia con la cual el hombre desarrolla su mayor talento y la que puede redituarle su mayor prestigio. La virtud más alta del guaraní está en su capacidad de creación poética, de concebir y expresar el  Ñe’ë porä, la palabra hermosa. “Los guaraníes no sólo son ‘señores de la palabra’ como ya notaron conquistadores y misioneros, sino que ellos se saben palabra” dice Bartomeu Meliá, lingüista y etnólogo español que estudia la cultura guaraní des-de hace más de tres décadas. Y los chamanes son verdaderos “teólogos de la selva” al decir de León Cadogan, investigador pionero de los temas fundamentales de la cultura guaraní.

Pero el indígena sólo puede acceder a esta jerarquía privilegiada por inspiración, nunca por aprendizaje ni por herencia. Los chamanes son llamados también oporaíva (cantores) en algunas etnias, y tienen entre sus muchas funciones encontrar nombres para los recién nacidos, conducir los rituales sagrados, curar a los enfermos y arengar a sus semejantes sobre las normas de la buena convivencia. Peroel mayor talento del chamán se muestra si éste es capaz de entonar el gran canto ritual: el mborahéi puku o canto largo, que puede durar muchas horas e incluso toda la noche.

El gran hallazgo: La palabra guaraní ha llegado a nuestros días, a pesar de haber sufrido cinco centurias de desprecio y discriminación desde el arribo de los españoles. Al decir de Rubén Bareiro Saguier: “Pese a la condición de cultura dominada, ese aliento mítico va prolongan-do la voz clandestina de los guaraní, que sigue corriendo como el canto inagotable de esos grandes ríos subterráneos, que de repente afloran con inusitada fuerza, pese –o quizá gracias– a la larga contención”.Pero esta palabra permaneció secreta durante muchos años y muy bien podría pensarse que ese hecho correspondió a una estrategia de resistencia del pueblo guaraní. El  antropólogo alemán  Kurt Unkel (1883–1945) llegó a principios del siglo XX, interesado en los apapokúva–guaraní que ocupaban la región fronteriza entre Paraguay y Brasil. Se afincó en la zona, y gracias a su firme empeño por estudiar en profundidad a este pueblo, se convirtió en el primer investigador que develó la existencia de los grandes cantos míticos de los guaraníes. Cuando entendió que sólo “convirtiéndose” en un apapokúva podía acceder a sus secretos, Unkel dio a los indígenas pruebas claras de su convicción e hizo que lo bautizaran conel nombre de Nimuendaju: “El que crea su propio asiento”. Ya plenamente aceptado por los indígenas, el antropólogo fue develando poco a poco las claves de la admirable cosmogonía guaraní de la que son herederos los apapokúva, en cuyo centro se ubica el sagrado valor de la palabra. Kurt Unkel Nimuendaju reunió los textos recogidos entre los indígenas y los publicó en 1914 en Berlín conel título de “Los mitos de la creación y destrucción del mundo” como fundamento de la religión de los apapokúva–guaraní 

.Pero en Paraguay se conoció una traducción de este libro, editada en San Pablo por Juan Francisco Recalde, con una pequeña tirada de cien ejemplares, recién en 1944. En el corazón de la antigua nación guaraní continuaba el misterio, pero el hallazgo de Nimuendaju había abierto una veta fascinante a lo sinvestigadores que se atrevieran a seguir buceando en  ella. El desafío lo asumieron Egon Schaden y PierreClastres, entre muchos otros.

El árbol y la palabra: Uno de esos investigadores fue León Cadogan(1899–1973), paraguayo de ascendientes australianos, antropólogo autodidacta, que inició sus propias investigaciones con los mbyá–guaraní del Guairá, de quienes llegó a recoger el más admirable conjunto de textos mí-ticos de esta etnia, considerado por los especialistas como el corpus más importante de textos orales de los guaraníes, Cadogan llevaba un buen tiempo acercándose y tratando de ganar la confianza de los indígenas, cuando un día el azar quiso que el investigador intercediera en la liberación de uno de ellos que fue apresado, gesto que le allanó todas las reservas de los integrantes de la comunidad, quienes en gratitud le revelaron los cantos secretos. Prueba de que lo consideraban uno de los suyos, lo bautizaron como Tupã kuchuvi veve (Dios torbellino que vuela) y le descubrieron la existencia de los  Ñe’ẽ Porã Tenonde (Las Primeras Palabras Hermosas).

Cadogan compartió muchos años con los indígenas yal cabo culminó una tarea admirable de recopilación y transcripción de los extensos cantos que guardan lo smitos de la religión mbyá–guaraní. Una parte de esos textos tomados de la propia voz de los indígenas, se reunió en el estudio titulado  “Las tradiciones religiosas de los indios Jeguaká Tenondé Porängué i del Guairá”, comúnmente llamados Mbyá, Mbyá apyteré o Ka’ynguá , publicado en 1946 por la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay

Con los años, aquellos textos iniciales se vieron engrosados por otros nuevos, todos los cuales se reunieron en el libro Ayvu Rapyta (El Fundamento de la Palabra), en 1959 y en Yvyra Ñe’ery (Fluye del Árbol la Palabra) en 1970. El complejo y deslumbrante universo mítico de los guaraníes se había devela-do por completo y entre los cantos míticos recopilados, el  Ayvu Rapyta se destacaba nítidamente, instalándose junto a los grandes textos sagrados de otros pueblos antiguos de América, como el Popol Vuh de los mayas .

León Cadogan completó sus investigaciones y recopilaciones de textos indígenas con el libro “Cómo interpretan los chiripá (Avá–guaraní) la danza ritual” (1959), y el estudio “Aporte a la etnografía de los guaraní del Amambay”, Alto Ypané (1962). En todas las transcripciones de Cadogan hay que destacar el gran celo del investigador por la fidelidad a la palabra escuchada, la que ha sido justicieramente valorada por los posteriores estudiosos de estos textos. El celo de Cadogan se extendía a “los verdaderos autores del trabajo”, los indígenas que revelaron los cantos al investigador y que éste menciona en un párrafo de su prólogo: el cacique Pablo Vera, Kachirito, Tomás Benítez, el cacique Che’iro, el mayor Francisco (Chico’i), Cirilo, Higinio y ario Higinio, de diferentes lugares del Guairá.

 El Ayvu Rapyta: En estos cantos, que los especialistas consideraron equiparables a la mejor poesía del mundo, se relata la creación del mundo en una historia tan rica como deslumbrante, que parte de la existencia originaria de Maino’i, el colibrí maravilloso. Y dicen los primeros versos del Capítulo I de  Ayvu Rapyta, con traducción del propio Cadogan: “  Ñande Ru Papa Tenonde / gueterã ombojera / pytû ymágui / Yvára pypyte / apykaapu’a’i / pytûyma mbytére / oguerojera

”(“Nuestro Padre Último–último Primero, / para su propio cuerpo creó/ de las tinieblas primigenias. / Las divinas plantas de los pies, / el pequeño asiento redondo, / en medio de las tinieblas primigenias, / los creó, en el curso de su evolución”).

El conjunto de cantos sagrados del Ayvu Rapyta se compone de 19 capítulos, dedicándose los cuatro primeros al génesis mbyá–guaraní. Estos cantos relatan el origen de los dioses, la creación del fundamento de la palabra y asimismo del fundamento del amor comunitario, del mundo y de los hombres. Estos textos, que guardan un valor muy alto para los guaraní, son conocidos sólo por los «Jeguakáva Tenonde Porangue i», los adornados elegidos. A estos cantos siguen otros de importancia secundaria referidos a la vida cotidiana, conocidos por todos los indígenas de la comunidad. El conjunto se completa con algunas oraciones que acompañan a ciertos ritos, normas y consejos para la vida. Desfilan con toda su riqueza, en estos cantos, el pensamiento mítico guaraní, sus ideas filosóficas sobre la vida y la muerte, el bien y el mal, un universo complejo que gira en torno al valor central de la palabra.

 El Ayvu Rapyta concede precisamente un capítulo especial a la creación de la palabra, uno de cuyos fragmentos dice: “Ñamandu Ru Ete tenondegua / oyvára peteîgui, / oyvárapy mba’ekuaágui / okuaarávyma / tataendy, tatachina ogueromoñemoña. / Oãmy vyma, / oyvárapy mba’ekuaágui, / okuaararávyma / ayvu rapytarã i oikuaa ojeupe. / Oyvárapy mba’ekuaágui, / okuaararávyma, / ayvu rapyta oguerojera, / ogue- royvára Ñande Ru ”

Entre el secreto violado y la oralidad sobreviviente: Recordemos que el pueblo guaraní no se caracterizó por la construcción de edificaciones materiales importantes, como otros pueblos de América. Ocupando una ancha región de Sudamérica y repartiéndose en el manojo de etnias que componían el gran tronco Tupí–Guaraní, construyeron sin embargo, el gran edificio de su lengua porque concibieron la palabra como el valor más alto del ser humano. Recordemos también que la lengua de los guaraníes fue ágrafa y que por lo tanto, la transmisión en el tiempo de esos admirables cantos míticos descubiertos por personas que hablaban una lengua completamente diferente quienes, no obstante supieron  utilizarla para suplantar las ideas filosóficas y religiosas de los indígenas.