Alquimia consular…
“El sentido y la emoción vital de nuestro idioma aborigen, solo puede captada por un nativo del Paraguay que haya bebido desde la cuna ese potente elixir guaraní”, escribió David López, un residente en Asturias, España.
Ignoramos si la mayoría de nuestros compatriotas tuvieron que emigrar impelido por las circunstancias en busca de horizontes que no encontraba en su país. por propia voluntad aventurera, o empujado por sus sueños.
Pero en cualquier caso, para los paraguayos migrantes, lo más doloroso es dejar al partir familiares y amigos, aunque llevan en su equipaje emocional el recuerdo de esos seres queridos, de su tierra, de sus vivencias de vida que luego evocarán en la distancia con la profunda añoranza y el desgarrador «techaga’ú» que trae consigo el desarraigo.
Pero ya en tierra extraña, se encuentra en la necesidad espiritual de regresar, aunque sea una vez, a su patria. Y ahí, justamente, precisa tener su documentación en condiciones de viajar que, a veces, no está en orden.
Es entonces, cuando debe recurrir al Consulado, que tiene la misión, la potestad, la responsabilidad de solucionar esa falencia.
Función que, nos consta, en Argentina, se cumple a rajatabla.
Pero esta vez no vamos a hablar de la gestión consular, ni de la capacitación de su personal y funcionarios ni del equipamiento tecnológico que posee, sino de la alquimia que realiza el Consulado General para mejorar sus instalaciones edilicias y ponerla en valor.
Refresquemos nuestra memoria: el edificio actual del consulado, ha sido en su momento sede de la Embajada del Paraguay en Argentina dónde se asiló el General Juan Domingo Perón tras su derrocamiento en el año 1955.
También funcionó una oficina del Centro de Promoción de Exportaciones, CEPEX) dependiente del Ministerio de Industria y Comercio del Paraguay y, últimamente como lugar de atención de la Secretaría de Repatriados además de local de la Policía Nacional de nuestro país.
Por lo cual, en sus diversas etapas, era –es- inevitable su mantenimiento, que se hacía de acuerdo con las disponibilidades monetarias en ese momento. Pero, bien se sabe, que las necesidades son muchas y los recursos son siempre escasos.
No obstante, el edificio -donde asimismo se ha construido un salón para expedición de pasaportes y cobro de aranceles para exportar al Paraguay- se ha mantenido razonablemente bien a través de los años.
Pero recién ahora, notamos un cambio importante en el mismo. Desde la misma entrada, donde los escalones han vuelto a recuperar su mármol original, las maderas de la escalera que lleva al primer piso y las que recubren sus paredes en toda su extensión recobraron su antiguo esplendor, a lo que debemos sumar la decoración y los nuevos sofás de recepción de audiencias de planta alta.
Ah… entre tantas mejoras, casi nos olvidamos de la oficina del subsuelo donde se tramitan los antecedentes, que luce impecable. Como una quinceañera, diría un paisano.
¿Alquimia consular? Sí, en el sentido moderno de conseguir la transformación de un objeto a otro de mayor cuantía, algo así como transmutar el plomo en oro.
Sin embargo, sigue siendo un misterio para nosotros, de dónde salieron los recursos para lograr este cambio descomunal ya que no hace mucho, nuestra cancillería ha disminuido las asignaciones presupuestarias que correspondía al consulado para alcanzar el cumplimiento de sus metas y su normal desenvolvimiento.
En la búsqueda de una respuesta a semejante misterio, la única pista que encontramos está en que la Sede B funciona en un local propio del Estado paraguayo y que el importe anteriormente utilizado en alquiler, actualmente se ha derivado para optimizar la estructura consular.
Por supuesto, esta explicación es provisional, hasta que averigüemos cual fue la fuente real de financiamiento.
A decir verdad, ahora es un gusto visitarla…