Reivindicación de los paraguayos que se quedaron en el Paraguay
La emigración paraguaya hacia la Argentina, tiene su raíz primigenia en la expedición de mancebos y criollos asuncenos encabezados por Juan de Garay, que marcharon de Asunción con el objetivo de re-fundar la ciudad de Buenos Aires, hecho ocurrido en junio de 1580
Ya el primer censo nacional argentino, en 1869, registró la presencia de paraguayos en el país: eran el 0,2 por ciento de la población total
En 1947, como consecuencia de la guerra civil que azotó nuestro país, la comunidad paraguaya se había convertido en el grupo migratorio más grande e importante en Argentina: a partir de ese año, el ingreso de paraguayos a la Argentina tuvo su auge.
(Y desde 2001 es la nacionalidad de mayor presencia en el país, después de la italiana y la española, convirtiéndose en el 2010 en el primero de ellos).
A esto se sumó un proceso de migración interna: muchos paraguayos que habían llegado a Formosa, Chaco y Misiones lentamente comenzaron a trasladarse hacia Buenos Aires demandados por el proceso de industrialización por sustitución de importaciones y el auge del sector de la construcción. Así, entre 1947 y 1960, la ciudad duplicó la cantidad de paraguayos radicados.
Eso convirtió a la capital argentina y el conurbano bonaerense Aires en la segunda ciudad con mayor cantidad de paraguayos en el mundo después de Asunción. (nos falta el dato de la cantidad de emigrados a otros sitios del mundo)
Siguiendo con Argentina, los paraguayos inmigrantes en los últimos 60 años, se encontraron con una realidad re-diferente a la de su país de origen. Y muchísimos se han sentido “deslumbrados”, con razón o sin ella, con el progreso encontrado: sus rascacielos intimidantes, sus hospitales monumentales, su tráfico infernal, su espectáculos artísticos fascinantes, sus grandiosas universidades, sus medios de transporte y, fundamentalmente, las inmensas oportunidades de trabajo existentes que daban la posibilidad de cumplir los sueños que traían en sus alforjas desde su partida de su terruño natal, hacia “un supuesto horizonte mejor” que, dicho sea de paso, muchísimos han logrado con enorme sacrificios y un altísimo costo sentimental.
Porque, con ese objetivo, el de intentar suerte bajo otros cielos, dejaron de lado sus afectos, el barrio, sus vivencias, pero con la idea fija de un pronto retorno.
Pero, a los terribles momentos del desarraigo inicial y el pavoroso dolor de la nostalgia, el tiempo y el entorno le tenían preparado una trampa: la irrebatible desculturización, esto es, la cuasi imperceptible ruptura de nuestra memoria colectiva en favor de absorción progresiva por parte de los trazos culturales del nuevo país de adopción, lo que ha facilitado que más connacionales decidieran quedarse definitivamente.
Aunque es justicia reconocer que la Argentina jamás ha puesto trabas a la práctica y difusión de nuestras manifestaciones culturales, respetando nuestro idioma, es también justicia reconocer que, merced a la permanencia de años en dicho país, ha originado entre muchísimos paraguayos un sentido de sobreestimación de sus cualidades e incluso, una significación sobrevalorada de su capacidad en relación con los compatriotas que residen en nuestro territorio patrio.
Así, principalmente los activistas sociales y políticos paraguayos residentes en Argentina, se han considerado como la “reserva moral” de nuestro país, convencimiento aún vigente en nuestros días.
El argumento más utilizado para sostener dicha convicción es el haber tenido “la enorme valentía” de emigrar de nuestro país cuando las papas autoritarias «quemaban” porque la resistencia al régimen sería más eficaz desde el exterior. Lucha que si bien es cierto la llevaron a cabo hasta las últimas consecuencias los patriotas “catorceros” (1), la misma no tuvo el resultado esperado debido a que las diversas circunstancias fueron adversas o poco propicias para su éxito.
Otro razonamiento que abona dicha creencia de «superioridad», es el hecho comprobable de las considerables remesas enviadas al Paraguay, cifra que en algún momento superó en cuantía lo ingresado por impuesto a la exportación de soja. Lo que no es poco decir.
Sin embargo, estos datos no tienen la relevancia suficiente que nos impida inferir, a esta altura del partido, que la verdadera resistencia –resiliencia- para sobreponerse a las adversidades estuvo –está- en las manos y en los hombros de nuestros compatriotas que se quedaron en nuestro país y han soportado 35 años de ignominia, con el estoicismo y la valentía de hacer el aguante para -y hasta- que el Paraguay deje su estado de postración en el que lo han sumido.
Y, de este modo recuperar su dignidad tanto tiempo negada
Un hecho destacable es que, en los últimos diez años, 70 mil paraguayos residentes en el exterior han optado por retornar para aportar al país, su conocimiento, su experiencia e incluso sus activos monetarios y herramientas de trabajo.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es que la emigración de connacionales sigue siendo un problema, acrecentándose cada día, con el agravante de que sus contingentes son cada vez más jóvenes -en algunos casos familias enteras- que desangra el potencial futuro de nuestro país.
Al respecto, nuestros gobernantes de turno nunca han diseñado una política de Estado que priorice la retención de sus hijos. Es más, han considerado a la emigración (¿expulsión?) como variable de ajuste para disminuir el índice de desocupación.
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(1) Movimiento 14 de Mayo para la Liberación del Paraguay, tuvo como objetivo promover un levantamiento contra Stroessner para derrocarlo,. Sus combatientes ingresaron al Paraguay el 12 de diciembre de 1959 cuyos integrantes fueron aniquilados totalmente por las tropas gubernamentales en 1962