“La Política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura de Francia”
Tal el título del libro escrito en 1941 por el historiador R. Antonio Ramos, publicado por la Editorial Ayacucho de Buenos Aires, Argentina, en junio de 1944 y en el que nos basamos para hacer esta nota. El autor fue Académico de Número del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas; del Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay, Subsecretario de Relaciones Exteriores y Director del Archivo Nacional de Asunción.
‘Producida la independencia de las provincias hispano-americanas, el Brasil, todavía bajo la dominación de Portugal, buscó sacar ventajas de este movimiento revolucionario: la política de intervención de la Corte portuguesa, establecida en Río de Janeiro prosiguió su acción de penetración, no sólo en el orden diplomático sino también en el militar, oponiéndose a la reconstrucción del Virreynato del Río de la Plata. Así se produjo la ocupación de la Banda Oriental y su incorporación al Reino de Portugal y Algarves’.
Al Paraguay fue enviado el teniente de dragones José de Abreu, con el propósito de apoyar al españolismo y evitar que la provincia cayese bajo la influencia del Buenos Aires, sin perjuicio de abogar por los derechos de la princesa Carlota Joaquina de Borbón, quien pretendía suceder a su hermano Fernando VII en los dominios del Río de la Plata.
Nuestro país comprendió el peligro que esto entrañaba y proclamó su independencia de todo poder extraño y dominación extranjera. La misión portuguesa precipitó este suceso. Abreu regresó sin éxito después de los acontecimientos del 14 y 15 de mayo de 1811. Al año siguiente las fuerzas portuguesas ocupan el Fuerte Borbón (actual Fuerte Olimpo), invocando los supuestos derechos de la Princesa Carlota Joaquina. No obstante este atropello, las relaciones entre el Paraguay y Brasil no se interrumpieron.
El Imperio brasilero fue la única nación con la cual la República mantuvo relaciones oficiales durante la dictadura de Francia. Éste recibió en 1825 al cónsul Antonio Manuel Correa da Cámara enviado por el Brasil para concretar un Tratado de Amistad cuyo objetivo real era asegurarse el apoyo paraguayo en su disputa con Buenos Aires por la posesión de la Banda Oriental. El Dictador exigió como condición sine qua non, el reconocimiento de la independencia paraguaya: el Brasil respondió a través de su canciller: “nunca fue intención de su gobierno negar los títulos y derechos de un pueblo libre y soberano como considera a la República del Paraguay”. Al año siguiente se daba el caso singular de un cambio directo de notas entre los dos gobiernos. Esta relaciones oficiales quedaron cortadas en 1829, no así las oficiosas.
El Emperador Pedro Segundo, propuso nuevamente en 1832 intensificar las relaciones existentes y establecer un régimen más liberal para el comercio, aprovechando la paz reinante entre los “dos pueblos hermanos”.
Francia no dio curso a dicha propuesta y el gobierno vecino no volvió a insistir: el Paraguay dejó de ser por muchos años el blanco de la diplomacia lusitana y si bien, en principio, había aceptado mantener relaciones con el Imperio, fue porque éste reconoció de hecho la independencia de nuestro país.
Uno de los aspectos más importantes del gobierno del Dictador Perpetuo del Paraguay fue, indudablemente, su política internacional, de la cual no puede separarse su sistema de aislamiento: por un cuarto de siglo, el Paraguay permaneció encerrado dentro de sus fronteras. Este aislamiento tuvo, sin embargo, sus aberturas: por el puerto de Itapúa se estableció una comunicación permanente con el Brasil y el comercio con los súbditos del Imperio continuó activamente hasta la muerte del Dictador Supremo
Durante su gobierno, Francia consolidó la independencia de nuestro país, si participar ni mezclarse en las apasionadas luchas de la época.