El día después de la inauguración…
Para hablar sobre el día después, previamente hay que hablar sobre el día antes. Fundamentalmente lo que las redes sociales y las crónicas periodísticas omitieron. Nos estamos refiriendo a la inauguración en Buenos Aires, de la remozada estructura edilicia que será sede del primer “Centro Cultural” oficial de nuestro país en el exterior.
(Para conocer la belleza y la grandiosidad del edificio, tanto interna como exteriormente hay un solo recurso: ir a verlo en vivo y en directo: les aseguramos que no se arrepentirán).
En síntesis, fue una jornada fenomenal, no solamente por la afluencia extraordinaria de un público altamente calificado de todas las nacionalidades –autoridades civiles, deportivas, diplomáticas, militares y comunitarias- que colmó las instalaciones, sino por el esmero que puso la Misión Diplomática en la atención de los presentes, pese a que hubo ocasiones en que la multitud desbordaba los cálculos previos.
La apertura oficial del acto lo realizó el Lic. Rodolfo Serafini, agregado cultural de la embajada en cuyo transcurso el diputado Quintana, hizo entrega a nuestro Primer Mandatario del certificado Visitante Ilustre otorgado por la Legislatura de la Ciudad de Bs. As.. Después vinieron los discursos protocolares de rutina, uno a cargo de nuestro embajador y otro pronunciado por Marcelo Decoud, sobrino nieto del donante de edificio.
Lo que nos resultó sumamente llamativo fue el hecho que, en esa oportunidad, el presidente Mario Abdo Benítez, no hiciera uso de la palabra.
Posteriormente se dio semáforo verde a la recepción cuyo servicio, verdaderamente, sorprendió a propios y extraños: un lunch nocturno internacional ‘digno de un dignatario’, valga la redundancia, servido por aproximadamente una veintena de mozos y mozas profesionales con un vestuario apropiado e impecable, en cuyas bandejas relucían bebidas de distintos calibres, incluido agua; manjares y exquisiteces ingüeroviables que repartían abundantemente de manera constante. (Esto nos hace pensar y creer que los comensales han cubierto sus expectativas.). O sea, un karurã y jey’urã ñande mbopé mbáva.
Lamentablemente las pantallas gigantes destinadas a una mejor visualización del acto no funcionaron lo que no opacó el brillo del acontecimiento.
El espectáculo musical fue un capítulo aparte: ya en la entrada, la gente fue recibida con la magia de las 36 cuerdas guaraníes ejecutada por Joan Ramiro Noguera, A eso se sumó, ya en el primer piso, la orquesta de Cámara de la Prefectura Naval Argentina exponiendo magistralmente un repertorio clásico. Luego fue el turno de la arpista Sonia Álvarez quien demostró que su talento y jerarquía, siguen intactos. El remate, el broche de oro estuvo a cargo del requintista Daniel Ortiz y la voz de Carlos Hernán Espínola.
En un ambiente sumamente cálido y movedizo, en el que los rostros de satisfacción eran la nota dominante y los flashes de celulares se cansaban de sacar imágenes para la posteridad, ninguno se percató de la presencia en uno de los balcones de la residencia de Mario Abdo quien, acompañado por nuestro embajador y Nicanor Duarte Frutos, director de Yacyretá observaban desde lo alto al sector donde se realizaba la recepción. Fue tan fugaz dicha aparición que nadie pudo captar la foto de los mismos, que hubiera sido la imagen de tapa de cualquier medio periodístico.
Y EL DÍA DESPUÉS?
“Opáma la fiesta” sería la reflexión. Bueno, ahora viene lo mejor: ponerlo en marcha para que el Centro Cultural cumpla el objetivo de su creación y, algo fundamental: definir las asignaciones presupuestarias para que el mismo sea sustentable en el tiempo.
Ojalá que esta monumental iniciativa de nuestra Cancillería, encuentre las vías adecuadas para financiar este gran emprendimiento cultural,