Día de la Familia en Buenos Aires
Nos pareció oportuno que la comunidad paraguaya, la sociedad argentina e internacional, conozcan el pensamiento de una madre paraguaya en Bs. As. manifestado en la celebración del Día Internacional de la Familia, jornada organizada anteayer por las autoridades de la ciudad de Bs. As. en coincidencia con el Día de la Madre en Paraguay.
Dice así:
Primeramente quiero expresar mi gratitud al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por la iniciativa de promover la celebración de una fecha tan cara a los sentimientos de los que habitamos esta ciudad, iniciativa que instala y revitaliza en la sociedad el sentido de integración armónica de la familia.
Dicho esto, trataré de referirme al desafío del inmigrante de formar una familia en el suelo donde decidió radicarse.
Ello, sin duda se inicia con el profundo quiebre emocional que significa abandonar a nuestra familia original, padres, hermanos, etc., con la consecuente fuerte carga sentimental que conlleva tal decisión: es tremendo el desarraigo como es profunda la añoranza.
Dejar el suelo natal y sus afectos es el primer costo que debe tributar una persona al optar por emigrar de su patria en la búsqueda de otros horizontes más propicios para desarrollar su vida.
Evidentemente los primeros tiempos son los más difíciles, ya que –en principio- los inmigrantes nos rebelamos a la adaptación porque predomina en nuestra mente la idea de que pronto retornaremos a nuestro país. Y de esa manera también resistimos a que nuestra cultura sea absorbida por la preeminencia de la del país que nos acogió.
Pero paulatinamente “la realidad nos llama a la realidad”, valga la redundancia. A medida que pasa el tiempo vemos más lejana la posibilidad del anhelado regreso.
Y, finalmente, aceptamos integrarnos al país que elegimos como destino. Y la evolución llega inexorablemente. Recién ahí tomamos la decisión fundamental que nos faltaba: formar nuestra propia familia como un modo de cerrar el círculo de nuestro ciclo como persona y crear un nuevo entorno.
Entonces, los inmigrantes sin distinción de nacionalidades asumimos el compromiso de encarar el futuro en pareja.
Así se concretan uniones entre las distintas colectividades que conforman el universo migratorio, cuyos descendientes ya tendrán la nacionalidad argentina, nativos de la patria adoptiva de sus padres, niños que harán su primer contacto de hermandad entre así a partir del jardín de infantes, experiencia que servirá en el futuro para colaborar con el engrandecimiento de su nación que, en su oportunidad ha abierto hospitalariamente sus puertas y ha cobijado incondicionalmente a sus progenitores.
Y todo eso en un clima de libertad y tolerancia en un espacio pluricultural como es la cosmopolita ciudad de Buenos Aires que no nos ha exigido renunciar a nuestras raíces, nuestras creencias ni nuestra cultura. Todo lo contrario, han hecho lo posible para que no sintamos como en nuestra propia casa con políticas, actitudes y acciones positivas dirigidas hacia ese objetivo superador.
(N. de R. Omitimos el nombre de la madre por expreso pedido suyo)