Es natural que cuando no existe información fehaciente y comprobable sobre cualquier acontecimiento, el vacío intente ser cubierto por rumores, ‘ñe’ẽ mbegué’, ‘vyroreíses’ y otras yerbas
Y en lo referente a las instituciones de nuestra comunidad, se sigue la misma tónica. Lo triste es que la mayoría de los comunicadores/voceros que se prestan a difundirlo, no tienen otra alternativa que darle crédito a esos mensajes ”desinteresados” que flotan en el aire como verdades reveladas y, lamentablemente, no se cuidan de verificar los hechos, ni se preocupan de documentarse mínimamente para respaldar lo dicho: esto es, tomarse el trabajo de separar la paja del trigo – a veces, buscar la aguja en un pajar- y optan por caer en la tentación de “tocar de oídas”. Sin darse que, de esta manera, lo único que hacen es aportar un grano de arena más a la confusión general.
De este modo se convierten en simples repetidores declaraciones generadas por individuos que tergiversan adrede los hechos y su interpretación, ya sea para agredir o descalificar al “adversario” ocasional en una especie de juego parecido al «vale todo».
Apelar a medias mentiras o medias verdades es más frecuente de lo que uno quisiera admitir. También son habituales las presiones individuales, grupales o sectoriales con intereses creados con el fin de captar adherentes a su modo de pensar y manipular a los mismos para lograr sus objetivos no siempre transparentes.
Ahora, específicamente vamos a tratar el “caso” de Casa Paraguaya de Buenos Aires, donde –como próximamente habrá elecciones para elegir nuevas autoridades- los que pretenden su conducción o mantenerse ella, entrecruzan versiones de toda laya y calibres diversos en las que se entremezcla expresiones que borran las fronteras entre lo personal e institucional.
No vamos a entrar en polémicas ni en discusiones chiquitas, pero usaremos el derecho de exponer muchos hechos desconocidos por la mayoría de los compatriotas – residentes en argentina o no, sean socios o no, sean directivos o no, de la institución- sobre la realidad de la Casa Paraguaya hasta el actual proceso que se está desarrollando.
Como dijo hace añares un general argentino a quien el gobierno paraguayo le otorgó el grado honorario de general de división del Ejército del Paraguay, “la realidad es la única verdad”, frase aún súper vigente, máxime en esta época donde pululan los “fake news” o noticias falsas.
Aquí, la única verdad sobre la importancia y vigencia de esta entidad paraguaya emblema de nuestra comunidad, reside en la conducta y en accionar de los hombres y mujeres que, con ética ejemplar- la han conducido en todos los años transcurridos desde su fundación a la fecha, amén de la gente que contribuyó voluntaria y desinteresadamente con toda su energía para enaltecer la institución.
Como el párrafo anterior –subrayado a propósito- amerita una explicación más detallada, para facilitar la lectura -y/o relectura- total de este artículo, hacemos ahora una breve pausa para respetar el tiempo y el posible aburrimiento de los eventuales lectores y/o curiosos ávidos por conocer algo más.
Pero ojo, no se queden tranquilos: les amenazamos volver muy pronto sobre el tema. Y esto es categórico…
O sea, continuará en el próximo episodio
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