Artemio Arrúa, a 7 Años de su fallecimiento
Andrés Demestri Marchi (andresdemestri@gmail.com)
Una noticia que nadie esperaba y menos quería esperar, su fallecimiento. Nuestro común amigo, Rafael Luis Franco, me llamó desde Buenos Aires a Asunción, a media noche, para darme la ingrata noticia, apenas tres horas de su deceso.
Un poco de historia. Artemio nació en San Pedro del Paraná, Paraguay, el pueblo de Epifanio Méndez Fleitas, el 19 de octubre de 1938, ciudad del enemigo número uno de Stroessner, por tal razón llegó a sufrir muchas y humillantes revisaciones cada vez que entraba o salía del Paraguay en tiempos de la dictadura.
En Buenos Aires desarrolló dos actividades simultáneas, ambas en forma excelente: la primera y más importante para él, la de bandoneonista y director de conjuntos musicales paraguayos; la segunda, constructor y contratista muy querido por los arquitectos que solicitaban su trabajo; este último rubro, estoy seguro que a muchos les sorprenderá enterarse de esta actividad.
Por décadas actuó en Casa Paraguaya, acompañando al cuerpo de danzas de la entidad en todas sus presentaciones dentro y fuera de la Argentina, además de otras instituciones y salones de baile. Su vocación musical fue ser siempre fiel a nuestra música folklórica. Hay que destacar que cuando había dinero cobraba, y cuando no lo había, igual actuaba.
Su carácter afable, su sonrisa contagiosa, su don de gente, era su natural carisma; Artemio le caía bien a todos.
Como constructor realizó las refacciones del primer local propio de Casa Paraguaya, de la calle Paraná y Corrientes; luego las primeras refacciones del actual local de la calle Chile. Me tocó ser encargado de tratar con él en estas dos oportunidades y quiero resaltar que era una tranquilidad y un placer saber que él estaba a cargo de las obras, por sus conocimientos técnicos y su honradez.
Un día, invitados por Reina Cáceres, fuimos a Cuba, el “paraíso progresista”, con una delegación folclórica paraguaya formada por cuarenta y seis integrantes; el director del grupo musical era Artemio, fue una experiencia extraordinaria, aparte de que la pasamos muy bien. Aquella fue la primera delegación paraguaya en pisar Cuba en décadas, porque antes los paraguayos teníamos prohibido visitar países comunistas, para los más viejos seguramente se acordarán que en nuestro pasaporte figuraba la leyenda “menos para los países tras la cortina de hierro”, bueno nosotros pudimos visitar al último país que aún queda tras la cortina de hierro. A veces comentábamos con Artemio la pobre realidad que encontramos en Cuba y lo distorsionada que nos llegan las noticias.
Una anécdota de Artemio, una de tantas: hace unos años tomó el trabajo de una obra de construcción muy importante en el Paraguay, se trataba de un laboratorio de productos medicinales, en Ypané, para ello tuvo que mudarse al Paraguay y es ahí donde empezó a participar en el Festival del Takuare’e, de Guarambaré, donde, desde hace muchos años, soy uno de los coordinadores. Es así que llegó a ser el subdirector de la orquesta estable que acompaña a los participantes en la competencia de música paraguaya más grande de nuestro país, donde también dejó grandes amigos.
Artemio, últimamente, estaba muy entusiasmado con un pequeño establecimiento agropecuario en su valle San Pedro del Paraná.
La última vez que nos vimos fue en diciembre del año pasado, en una reunión que hicimos en el Centro Artiguense, apareció con su conjunto completo y nos deleitó con sus interpretaciones; como siempre el amigo no quiso cobrar nada, ¡así era Artemio!
Estaba casado con una excelente mujer y compañera, Nery Apodaca, con la que tienen una hija adoptiva, Anahí, que es el orgullo de sus padres, doctora en música, muy buena intérprete de piano y órgano, infaltable en el conjunto de Artemio. También tienen un nieto llamado Gastón. Destaco lo de adoptiva porque es una decisión transcendental en la vida de los padres y muy pocas parejas se animan, en este caso todo les salió de primera.
Nery siempre nos recibió muy bien en su casa, una hermosa propiedad que fueron haciendo de a poco, pero que no es un hogar que pensaron para disfrutar ellos solos, sino una casa que querían compartir con los amigos. Muchos paraban en ella cuando estaban de paso por Buenos Aires.
Recuerdo que una vez viajamos con Artemio en auto desde Asunción, levantábamos a todos los que nos hacían dedo en la ruta, llegamos cansados y con hambre y Nery nos esperó con un rico asado, a punto.
Falleció el domingo 26 de mayo de 2013, a los 74 años de edad, en su casa de Lanús, mientras miraba televisión, simplemente, como si se hubiera quedado dormido.
Su voluntad, manifestada en un anterior crítico episodio de salud, era que no se lo velara, que cremaran sus restos y llevaran sus cenizas a su natal San Pedro del Paraná. Estaremos para acompañarlo cuando retorne a su terruño.
¡Era un grande como músico, como constructor y, especialmente, como persona!
Gracias Artemio por tu amistad, por tu sonrisa, por tu ejemplo de vida.
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ASÍ PUBLICÓ SU DECESO EL DIARIO ABC.COLOR DEL PARAGUAY.
- ARTEMIO ARRÚA (KILI’ITO) (Q.E.P.D.)
Falleció el 26 de mayo de 2013 en Buenos Aires, Rca. Argentina. EL CENTRO DE RESIDENTES DE SAN PEDRO DEL PARANÁ EN ASUNCIÓN (CRESPPA) participa la pérdida de uno de sus miembros ilustres, el músico bandoneonista KILI’ITO, y ruega elevar una oración por su eterno descanso. Salón velatorio y sepelio: Buenos Aires, Argentina. - ARTEMIO ARRÚA (Q.E.P.D.)
Falleció el 26 de mayo de 2013 en Buenos Aires, Argentina. LA SOCIEDAD CULTURAL TAKUARE’Ê participa con profundo pesar el fallecimiento del excelente bandoneonista, amigo y subdirector de la orquesta estable del festival. - ARTEMIO ARRÚA
Falleció el 26 de mayo de 2013 en Buenos Aires, Argentina. Sus amigos de décadas en Buenos Aires: RAÚL ALBAVI, JAVIER VARGAS, NENA BENÍTEZ, MIRIAN ARMOA, REINA CÁCERES, MARÍA ELENA OZUNA y ANDRÉS DEMESTRI lamentan tan sentida pérdida
ASÍ LO REFLEJÓ LA CASA PARAGUAYA DE BUENOS AIRES EN SU REVISTA 60° ANIVERSARIO:
- Cuando un amigo se va
El viaje a la eternidad de Artemio Arrúa fue el 26 de mayo de 2013. Bandeonista excepcional, ponía magia en sus interpretaciones de nuestra música nativa dónde su orquesta típica era requerida. En las épocas más difíciles de Casa Paraguaya, actuaba en las peña folklóricas sin cobrar un peso y acompañaba las presentaciones de otros músicos con igual desinterés.