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Aguyje, che irũ Tomás Palau

El sociólo e investigador paraguayo Tomás Palau, identificado con las corrientes progresistas de América Latina, falleció anteayer en el Hospital Italiano de Bs. As. m Argentina. Tenía 67 años

 Miguel Ángel Verón Gómez, ohaí chupe guarã:

Aguyje, che irũ Tomás Palau

Paraguay perdió anteayer a uno de los intelectuales de mayor prominencia en las últimas décadas; sociólogo de profesión, intelectual de una lucidez envidiable con alto compromiso con las transformaciónes sociales, políticas, económicas e históricas  que precisa el país, alta responsabilidad cívica: nos dejó el gran compatriota Tomás Palau, fundador y directivo de Base de Investigaciones Sociales.

A Tomás lo conocí en las caldeadas luchas de los movimientos estudiantiles de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) de los años ’90 en que luchábamos por la Reforma Universitaria, cuando intentábamos sacudir y desempolvar esta casa de estudios tan corrompida y caída en la más profunda mediocridad e inercia; Palau era uno de los contados profesores progresistas que nos apoyaba en las luchas por las transformaciones que llevábamos adelante intentando construir una universidad que responda a los intereses genuinamente nacionales y se ponga en la vanguardia para las transformaciones necesarias.

En el año 2000 me comprometí escribir la historia del Centro de Estudiantes Universitarios del Interior (CEUNIRA) y del movimiento estudiantil en general de la  década de los ‘90. Mi inexperiencia total en el área en que quería incursionar y la necesidad de asesoramientos me llevaron al obligado puerto: la casa de Tomás, en Asunción. Recuerdo que cuando le planteé mi idea y le solicité que me ayudara para vertebrarla, me dijo: es fácil, Miguelito (es así como me llamaba él y su compañera, la también amiga Virina), tenés que preparar un índice para empezar –me sugirió. No podía entender su orientación; yo había aprendido que el índice de un trabajo se construía al final, después de culminar la totalidad del trabajo, pero mi asesor me planteaba lo contrario. El índice, Tomás? –le interrogué. – Sí, el índice, me volvió a señalar. En unos minutos me ayudó a verter en el papel las ideas que tenía en la mente, y en tres semanas el modesto librito estuvo terminado. Cuando fui avanzando un poco más en el arte de urdir palabras en textos me di cuenta de que mi gran amigo me había indicado lo que en el proceso de la escritura se llama pre-escritura, es decir, un borrador de lo que se escribirá.
He tenido la suerte de compartir en muchas ocasiones con Tomás, las veces que necesitaba informaciones en el área de las ciencias sociales era la fuente más segura e inevitable. Hablaba sin rodeos y sin guardarse nada para sí, pensaba como actuaba y actuaba como pensaba, como se autodefinía un gran hombre latinoamericano. He participado en varias charlas y talleres con él, hemos realizado hace unos años un taller sobre Metodología de investigación científica, que era una de las áreas de su vasta formación.

A fines de diciembre de 2010 nos invitó con mi compañera de vida e hijos para festejar 15 años de nuestra boda en su casa de campo, en Guairá, y estuvimos ahí casi dos días. Fue la última vez que compartí distendidamente con él y su familia. Preparamos un asado de cerdo, degustamos unos tragos y como siempre compartimos muchos proyectos. Era una persona muy atenta, hasta detallista. Cuando íbamos a salir de su casa en la mañana el día 31 de diciembre, me observó que iba a conducir con una sandalia. De súbito me reclamó –como un padre protector- que no podía conducir con ese calzado ya que representaba peligros, y tuve que escuchar la voz de la sapiencia y me la cambié por unos zapatos.

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles”,  reflexionaba Bertolt Brecht. Tomás es de esas personas imprescindibles. Los sectores más desprotegidos de la sociedad, los indígenas, los trabajadores, los hombres y las mujeres del campo y la ciudad  han perdido a un gran luchador y la intelectualidad paraguaya está de luto.

Aguyje ndéve, che irũ Tomás, opa mba’e rehejáva oréve rehe.

Miguel Verón (9 de marzo de 2012)

 

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