Cine

‘Morgue’ trae el terror bien hecho al cine paraguayo

 

Emmanuel Báez (*)

Cuando en el 2016 se estrenó la primera película de Hugo Cardozo, rescaté la estructura del guion y el espíritu optimista en la realización, que parecía venir de alguien interesado en narrar una historia y no simplemente colocar la cámara en un punto como para que sus personajes queden dentro del cuadro. También mencioné el claro problema del desapego ya que, si bien la historia era bastante trillada, se podría haber beneficiado si el realizador se encargaba solamente de la dirección, concentrándose en la energía de sus actores, sin ponerse él también delante de cámaras.

Su segundo largometraje, una propuesta de terror que se puede describir fácilmente en pocas líneas, es un gran salto hacia adelante.

Morgue sigue a un guardia de seguridad privada que es asignado al Hospital Regional de Encarnación en el turno nocturno, donde empezará a experimentar sucesos extraños que harán que se cuestione su cordura. Así pasamos de una película amateur con pretensiones que salen completamente del control del director, a una producción más contenida donde aflora la creatividad con pocos elementos y recursos bien aprovechados, y donde se vislumbra a una verdadera promesa del cine de género nacional. Tiene sus pecados en la realización, pero es mayormente un logro.

Al principio el augurio no es bueno. Cardozo cae en las tendencias más básicas del cine de terror, pretendiendo que un jumpscare sin ninguna clase de desarrollo introduzca al espectador en la atmósfera. Pronto se hace evidente que el primer acto no estuvo del todo claro cuando aparece el protagonista y resulta muy difícil tener una conexión con él, ya que el guion no se decide entre retratarlo patético y sufrido, o un patán moralmente reprochable. Esta construcción es sumamente importante puesto que es el único protagonista de toda la película, y es obvio que atravesará situaciones aterradoras más adelante, y los detalles de su forma de actuar no ayudan a acompañarlo de forma íntima en su sufrimiento.

Sin embargo, la película encuentra su tono una vez que el protagonista llega al hospital y empieza a hacer sus rondas. Es ahí donde el realizador demuestra lo aprendido, tomándose el tiempo con los planos, sumiendo al espectador en una atmósfera que inquieta por su propia naturaleza, y ensalza ese efecto con una dirección madura y sobria. Los pasillos del hospital son aprovechados con un trabajo de sonido que se balancea entre lo tenue y lo sobreproducido, mezclando estilos con un resultado mayormente positivo. Cardozo incomoda al evitar repetir planos, como si distintas almas en pena lo observaran desde todos los rincones del nosocomio, desde los espacios más pequeños y extraños, hasta los lugares más esperados, cumpliendo con las reglas del cine de terror, y doblando algunas en el proceso.

Sus pecados se dejan ver en la repetición de otros recursos narrativos propios del género, como el típico recurso sonoro que anticipa un sobresalto, lo que resulta innecesario teniendo en cuenta el buen trabajo que hace estableciendo la atmósfera y el tono. Los mejores momentos se dan cuando presenta una situación espeluznante sin forzarla con el sonido, sino dejando que la sensación se transmita a través del buen uso de planos, y también la actuación de Pablo Martinez, que convence con su creciente paranoia. Vale resaltar que toda la historia recae sobre sus hombros, y que el mismo empieza sin generar la más mínima empatía (lo que acentúa la flojedad del primer acto), pero que es imposible no apoyarlo cuando queda atrapado en la morgue y Cardozo lo asfixia mediante un buen uso de primeros planos.

No ahondo en la trama porque realmente no es profunda, y tiene elementos que merecen quedar en el misterio. Solo agrego al respecto que la última media hora de la película es realmente una vorágine claustrofóbica, y que un director que no haya hecho la tarea podría haber tirado la película a la basura al encerrarse en un solo escenario durante tanto tiempo. Sin embargo, se nota que Cardozo tomó notas y las aplicó eficazmente, respetando las influencias e imprimiéndole su propia identidad, sentenciando que se puede hacer buen cine nacional de género si se tiene el control de los elementos y la humildad para conocer las propias limitaciones. La película falla en terminar donde realmente debería, repitiendo un defecto que el director tuvo con su primer largometraje, pero para entonces ya está consagrado por haber conseguido que Morgue se convierta en la mejor película de terror paraguaya, y una producción que realmente cumple con lo que promete.

(*) https://www.cinefiloz.com

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